lunes, 12 de marzo de 2012

Olas que traen recuerdos a esta playa

Un día apareció el muchacho por la playa, apenas lo vio supo que era hijo de él. Sus mismos ojos, su misma sonrisa, la misma contextura, y la misma forma de tratar a la personas. Tenía en común con su hijo algunos gestos, aunque sin duda su tez trigueña marcaba la diferencia. Ramiro había aparecido un día de verano veintitrés años atrás, traía consigo una mula y un atado con mercancía que había metido entre la selva y en el río hasta llegar al caserío frente al pacifico. Las olas nunca callaban, consistían en el silencio de este lugar del mundo que se llamaba Mecana.

Ramiro llegó y vivió con la comunidad unos dos años, trabajaba con los hombres y negociaba sus objetos que compraban los negros con comida y servicios, no había plata, pero si pescado, guaguas, yuca, plátano, chontaduro, agüelpan, además del oro que sacaban del rio. Se enamoró de Primitiva, la hija de un pescador, Cirineo, que se metía en el mar en la mañana y volvía al atardecer con los pescados amarrados con matamba. Primitiva se dedicaba a hacer cestas y otros oficios en la casa, él en sus tiempos de vagancia rondaba la casa y le hablaba de cosas de más allá del río Atrato, ella reía con su acento y sus historias.

El día del casamiento Cirineo le cedió terreno virgen que quedaba por la trocha que conducía a Mandinga, un caserío que se encontraba rio arriba donde vivían los primos Renteria. Toda esa zona para explotar decía Ramiro, donde construyó una casa de palos altos, tuvieron dos hijos, una niña y un niño. Desapareció así como había llegado, las últimas semanas había bajado al río con la batea desde temprano, un pescador lo reconoció rio arriba montado en un Bongo yendo hacia Quibdó.

El hijo de Ramiro venía por su propiedad como decía él. Primitiva le dijo que de esa casa no quedaba nada, el menor lo habían matado en esa casa unos años atrás, y el terreno ya no era de ellos sino de “esa gente”. Edgar se encontraba contrariado, tomaba un biche en el escampado frente a la playa con el primo de su hermano muerto. Su hermana lo cargo hasta un camastro en su casa. Al día siguiente se levanto enfermo, con picaduras de cangrejo en todo el cuerpo. Vomito todo el día, y después prendió en fiebre, Primitiva nada podía hacer. Cuando pudo pararse recorrió la playa, bajaron a hablar con él unos hombres armados, días después se marchaba dejando atrás la historia de su padre.