martes, 27 de mayo de 2008

Viaje en taxi

Que quieres mi amor si tienes solo un recorrido conmigo, si buena noche esa lo reconozco mientras miro por el cristal transparente que se derrite como chocolate sobre un helado de mancha de cemento y cristal sucio por el invierno; de lado a lado se mueve el carro con las curvas, me mueve hacia tu boca, humeda, que se mueve de un lado para otro cuando la toco. Recorrido que va de aquí para allá de mi hacia ti, te muerdo el labio con lujuria mientras intentas huir de mi brazos hacia la ventana, que no te vomitas mi vida yo te lo prometo, y sigo mordiéndote por todo lado, repulsa me empujas la cara enterrándome la uñas. Solo quiero besarte, te digo quitándome de encima tuyo, señor volteé por la derecha en la siguiente carrera. Te quiero como te digo que te quiero sin comprometerme sin decir que te quiero, te miro te beso y te examino miro como reaccionas, desafortunadamente no se nada de mujeres, nunca entiendo si las conquisto. Bajas la ventana y como un perro sacas la cabeza, no solo lo pienso sino que también te lo digo, bajo la ventana jadeando con la lengua, lo exagero, ladro, con mis gestos simulo a un poodle. No tarda en caerme un zapato en la frente e inicia un ataque frontal que lleva mi cabeza a la puerta, temo que se abra en cualquier momento me golpeas con el puño cerrado y trato de evitarlo mientras me río, difícil coordinar las dos cosas. El taxista frena y dice que no nos lleva más que son ocho mil pesos. Trato de convencer solo nos faltan cinco minutos de viaje en su taxi, a pie eran treinta minutos y no habían mas carros si se podía dar cuenta, Maria echa una mirada para todos lados confirmando lo que digo, olvida su ataque y teme sobre todo realizar cualquier clase de ejercicio que no sea el de su rutina de la mañana. Saque un billete de veinte mil pesos que tenia en el zapato y se lo ofrecí como recompensa por los cinco minutos más, un poco indignado el chofer tomo el dinero y lo guardo en su bolsillo arranco el carro y Maria regreso a su ventana mirándome resabiada por el rabillo del ojo temiendo una nueva embatida mía. No iba a hacer nada quería llegar rápido a casa. No te importaba que te dejara lo se no cambiaste esa mirada dura y aburrida que tenías hace un buen tiempo, lo que me cuestiona es que estas un poco excitada conmigo por que sabes que ya nos vamos a separar eso si lo entiendo a mi también me pasa, todo es como una embriaguez sumida en la mas absurda sordidez. Saco un poco de trago que llevo en el bolsillo media botella de brandy para mantenerse relajado toda la noche. El tipo para dos porterías después de la que le indique, le pedí que se devolviera no quiso hacerlo, Maria enardeció y le dijo que su esposa no iba tener mas hijos de él sino del vecino que era un abusivo que no podía hacer ni un favor. Sonreí al chofer mientras la cargaba sobre el hombro y le preguntaba por las llaves. No traje toca timbrar me dices. Timbro y nadie sale timbro varias veces y tampoco abren. Alargas el brazos y pegas el pulgar al botón mas o menos un minuto, aun así no abren. Decido buscar otro taxi para ir a mi casa de donde tengo llaves tu mientras tanto empiezas a tirar piedras contra los vidrios hasta que rompes uno y baja tu hermano con pistola en mano a abrir la puerta le digo que se calme que somos nosotros que Maria esta muy tomada, se despereza y se ríe sacude la pistola sin seguro como si lo tuviera. Fin del recorrido nena ya me voy a dormir te dejo colgada de tu hermano en la puerta y empiezo a caminar hacia mi casa. En la esquina una caneca de basura rebosante, regado por todos lados el contenido de las bolsas que los perros escarban a lo largo de la noche, un gato blanco y negro me mira con un hueso en la boca, me gruñe erizado y se marcha rápidamente con su presa. Giro hacia la izquierda y veo una mujer conocida que se acerca me abraza y me da un beso en la boca, le acaricio el cuello con los labios mientras me pregunta "¿por que te demoraste tanto para terminarle?" no quise responderle que no lo había hecho.

jueves, 15 de mayo de 2008

Paradoja

La hora de la entrega aún no llegaba. En las inmediaciones de la carrilera se veían aún las últimas almas de trabajadores que a esa hora de la noche buscaban transporte a casa. Varios perros callejeros pasaba la avenida, buscando a un celador que se veía por las calles aledañas que todas las noches no tan tarde les regalaba algo de pan para mitigar el hambre. Le habían dicho que a la medianoche, apenas eran las diez y media.
Le tocaba esperar. Se puso un gorro en su cabeza redonda, amontonada hacia atrás. Soplo entre la manos y puso un cigarro en la boca. Fumaba enérgicamente y movía las piernas de un lado para otro.
Un carro se acerco por la esquina de la tienda a dos cuadras. Tenia las luces apagadas y parecía ser rojo. El poste dañado aparecía y desaparecía el carro cuando le placía, no se podía ver ninguno de sus ocupantes.
No era el carro que le habían descrito. Espera. Se detiene a su lado.
Toca la pistola en el bolsillo de atrás de su pantalón. Algo raro sucede. El carro esta oscuro en su interior se ven dos personas... tres acaba de ver un pie pasando rápidamente en el puesto de atrás. De nuevo lo ve pasar y siente miedo. Da unos pasos atrás y se dispone a correr. Se abre la ventana y se asoma un viejo sin un incisivo inferior y pregunta: "¿sabe usted donde queda la Fundación Cardio Infantil?" levanta la mano apuntando la dirección hacia donde se dirigía el carro. "tiene que seguir cuatro calles más bordeando la carrilera y voltea a la izquierda, tres o cuatro cuadras más en esa dirección y se encuentra con la clínica".
El viejo agradeció y dio las indicaciones al conductor que giro rápidamente. El hombre acomodo de nuevo su gorro, soplo sus manos para calentarlas, y cuadrando el revolver en la chaqueta noto que el tambor no sonaba. Tuvo que devolverse.

lunes, 5 de mayo de 2008

Indecisión

La hora de la entrega se pasaba. En las inmediaciones de la carrilera no quedaba un alma a esta hora de la noche. Un perro callejero pasaba la avenida, ni siquiera un celador se veía por las calles aledañas. Le habían dicho que a la medianoche, ya eran las dos y media.
Decidió marcharse. Se puso un gorro en su cabeza redonda, amontonada hacia atrás. Soplo entre la manos y se puso un chicle en la boca. Mascaba enérgicamente y movía las piernas de un lado para otro.
Un carro se acerco por la esquina de la tienda a dos cuadras. Tenia las luces apagadas y parecía ser azul. El poste dañado aparecía y desaparecía el carro cuando le placía, no se podía ver ninguno de sus ocupantes.
No era el carro que le habían descrito. Espera. Se detiene a su lado.
Toca la pistola en el bolsillo de atrás de su pantalón. El carro esta oscuro en su interior se ven dos personas... tres acaba de ver un pie pasando rápidamente en el puesto de atrás. De nuevo lo ve pasar y siente miedo. Da unos pasos atrás y se dispone a correr. Se abre la ventana y se asoma un viejo sin un incisivo superior y pregunta: "¿sabe usted donde queda la Fundación Cardio Infantil?" levanta la mano apuntando la dirección de donde venia el carro. "tiene que devolverse cuatro calles siguiendo la carrilera y voltea a la derecha, tres o cuatro cuadras más en esa dirección y se encuentra con la clínica".
El viejo agradeció y dio las indicaciones al conductor que giro rápidamente. El hombre acomodo de nuevo su gorro, soplo sus manos para calentarlas, cuadro el revolver en la chaqueta y se irguió de nuevo. Se puso a esperar.