viernes, 10 de diciembre de 2010

Como lo Imaginan los Gatos

Como sólo yo me lo puedo imaginar, con desparpajo e inocencia. Me acercaría a tu oído y te diría nada para que supieras que con eso basta, entre tanto tu piel se calentaría un poco, tu rostro buscaría girarse, tus ojos moverse por entre el tumulto de pelo que tienes a los lados, con un cabello corto que quiere ser largo, o uno largo que pretende la valentía para cortarse. Ahí me podrías encontrar aunque en todo caso no te dejaría, te acercaría mi rostro y te dejaría inmóvil la cabeza frente a la pantalla.

Buenas imágenes para comenzar el viernes - interviene ella -

Buenos augurios para comenzar una noche y hacer que te deshagas en otros brazos que no son estos. Al fin y al cabo tú mejor que nadie sabes: que nadie sabe para quien trabaja.

Así te imagino, mientras que el otro brazo llega por fin al otro costado que entretenido con tu sostén alargó el camino yendo de arriba para abajo, colándose y contándote las vertebras con ganas de arrancártelo, pero con la mesura de esperarlo. Es sólo un preámbulo de no saber donde terminan los cuerpos. it's like a dance.

Dance. Suddenly you will let go between steps of the person who is with you and in this moment notthing matters. It's your body falling in the night or at night, again notthing matters.Brujería, puede ser en francés, en ingles o en español y de igual forma no importa nada. Vous êtes d'accord. Y tu cintura se acelera y tu coxis se contrae. Je suis d'accord. And your lips are moistened. Te los relames pensando en que pasara si te dejas llevar en cada paso, sin tan siquiera sospechar que luego serán los pasos los que se relaman sintiendo las 100 libras de piel y hueso y los 40 kilos de salsa extasiados en medio de sudores de otros aires and other people, just a spell, y son sólo cuerpos, el futuro no existe. Sólo se tiene el presente como lo imaginan los gatos

Mirando hacia tu espalda

Soñaba con la estridencia de sus caderas y un beso mientras le halaba el cabello. Tropezaba entre cabellos y polvos, siguiendo un camino de pequeños punticos como lunares. Un gato en medio de santos de plástico que se acicala mientras se pregunta hacia donde debe saltar. Una vela maltratada, una luz que se prende, una mujer que se inclina, un deseo que se va para el otro cielo fundiéndose con el humo azul invisible que vota por la boca. Un tras pies, una y otra y otra vez.

Me encanta - dice ella.

Usted a mi - y lo dice de tal forma que pretende una brusquedad que se opaca por el humo que se le escapa de los dedos y le sube a la boca -.

Lo toma duro, con ganas de no dejarlo escapar, le acaricia los pocos cabellos verdes que tiene lo suaviza con la manos, lo muerde, se humedece la boca. Siente placer pero toma el cuchillo y lo parte a la mitad. Al fin y al cabo hacía faltaba otro tomate para la mesa que había que preparar para el festín del deseo que se preparaba a cenar. Los únicos testigos serán las velas, el único postre serás vos y las únicas palabras serán estas.

Estoy a punto de irme a dormir, dice ella. Y se lee como una sentencia que en otro momento escribiría sobre su cuerpo, a los costados buscando sus marcas, y con el cuidado de no rozar su sexo, ni sus pezones erectos, ni su cuna de espalda, solo su cuello, su nu(n)ca.

La toma de lado y busca su coxis, puede querer calentarle las entrañas sumiéndole las caderas acercándolas a su sexo, very, very close, tanto como para que se atraviese con cualquier mal pensamiento y le pase de largo apenas humedeciéndola. La mesa se sirve y la comida caliente alienta su cuerpo. Un vino frio y blanco espera que lo penetren. Bit by bit, she devours all the tomato, like the final, pero lo que no prevé es que ahora dentro suyo le recorre su cuello y los pechos y las tetas y la panza, y se le clava en las entrañas sin querer salir, justo debajo del ombligo, que parece copa para tomar por sorbos cualquier licor mientras una turbina de un Boeing 747 se estalla en los oídos como si gimiera.

Se encuentra ahora dentro, y se aprieta mientras se sienta durante horas frente a una pantalla y se goza cuando camina erguida con el rostro alto y se enloquece cuando lo rozan con las manos y con el baño y con el agua y con sus manos de nuevo y su pelo que bien podría ser amarillo, como el color del sol que tanto disfruta. There is now the tomato. Looking at your back.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Quinta Parada

En la quinta parada deje de mirar por la pequeña ventanita que me permitía observarlo todo a toda velocidad. Parques, casas, calles y nombres que de vez en vez hacen que recuerde por donde voy, junto a mí la silla está vacía, debe ser por la espalda grande que me gasto o el olor de días sin bañarme y el sudor de este calor que hace que mi cuerpo ande húmedo. Giró la cabeza por sobre mi hombro y cuento mentalmente cuantos pasajeros quedan aún. El primero va medio sorprendido pegado a la ventana, perplejo de ver corrientes, alicorada y alucinada. No pierde de vista ningún detalle, lleva una maleta grande que de seguro le pesará más cuando tenga que bajarse y la novedad pase por frente a sus ojos y todo se le vuelva costumbre. Un par de sillas atrás se encuentra otro, en una silla doble, que al contrario mío pareciera que esperara con ansiedad, como limpiando con suma delicadeza el asiento desocupado, preparándolo para algún compañero de ruta. A mis espaldas se encuentra una pareja, o bueno eso parecen él va serio pero tranquilo, ella, que le deja caer la mano por sobre la pierna, sonríe y le habla sin parar (en definitiva me gusta el silencio, esa forma tan propia de poder decírselo todo con apenas mirarse o mover los ojos). Paralelo a mí, al costado izquierdo el último pasajero que se toca los dedos y tiene un gesto como de andar pensando en mil cosas a la vez, ni siquiera mira por la ventana, ahora que lo pienso se parece a un gato con los ojos altivos me le quiero acercar a hablarle, pero no tengo tiempo está a punto de pasarse mi parada, este viaje acaba acá.

domingo, 15 de agosto de 2010

Dedos Atropellados

Un dedo. Quiero cebar contigo pin-to-mate, mientras vemos pasar los días por los aires y caminamos sobre corrientes rumbo al obelisco, un falo inmenso en medio de la nada, en medio del corazón del 9 de julio. Montar en subte rumbo a Carlos Gardel mientras que disimuladamente toco tu sexo en medio de los túneles oscuros de una ciudad subterránea, al mismo ritmo que lo hace un jazzista autodidacta de vagón en vagón.

Dos dedos ¿Cómo va el viaje? Espero aterrizar sobre algo ¿sobre qué podrías aterrizar? Sobre tus labios por ejemplo. Pero vas para los Aires, no vas a cruzar el océano, tal vez yo sea quien aterrice sobre los tuyos a un regreso aún incierto. De ser así podría aterrizar entonces sobre sus ceros y unos, sobre su panza y sus senos, que aún no sé si la estremece que se los aprieten con dulzura con una mano, mientras que con la otra recorro la espalda hasta el coxis siendo cuidadoso de no tocar su culo. Déjame verte otra vez subiéndote la cremallera mientras te vistes.

De nuevo un dedo. Tendría que llevarte por entre mis palabras hasta mis bigotes de leche, dejarte un rato y saludarte como los indígenas de las islas del pacifico que para saludarse respiran el mismo aire acercando tanto sus rostro que podría confundirse con un beso sin contacto, luego de eso verte subir hasta mis ojos estallados, compartiendo contigo mis per-versiones o sub-versiones; al final sólo versiones atípicas, las primeras más sórdidas, oscuras, difusas, las últimas como pretensiones destructivas de paradigmas, del Status Quo. Siempre he creído que todos tenemos versiones que son los recuerdos de los procesos neuronales del momento como percibimos la realidad y la interpretamos, una impresión imborrable, finalmente es sólo como recordamos o como queremos recordarnos tratando de inmortalizarnos.

Ahora los 20 completos. No es eso, quisiera poder compartir mi silencio, lo que ven mis ojos, y como poco a poco las pequeñas cosas que a la llegada parecen magia, se vuelven cotidianas, el mar de gente caminando de estación en estación. Ayer una mujer me dijo que la vida debería ser como en las películas y poder montarse en un avión sólo por un beso. A donde viajarías, ¿volverías a casa o a qué lugar irías? Tal vez donde los atardeceres son rojos, color naranja. Imagina lo lento que podría tocar palmo a palmo tu espalda, lo lento en llegar hasta tu coxis. Sería bastante bueno poder sentir cada uno de tus dedos.

jueves, 5 de agosto de 2010

Cerdos por la Nubes

Los Aires es una ciudad de esas que te permiten jugar con las nubes, siempre tan alto, siempre tan despejado. Los sábados en Bogotá eran los días de los gatos, de los caballos y de los muertos; al contrario pareciera que los sábados en los Aires fueran un mero conjuro de canciones argentinas, talleres artesanales que te rompen la cabeza de la forma más interesante posible y uno que otro tacón de una mujer que apenas asoma el resto de su pierna como bailando entre las nubes. Si te detienes puedes descansar sobre unos arboles matusalénicos cuyas raíces resultan más sobrecogedoras que las sillas de dos tablones, de hecho puedes intentar abrazarlos, como tanto te gustan en esas mañanas llenas sabor a alcohol y besos de subte, pero de seguro las manos y los brazos no te alcanzan y te quedas allí como metido entre las ramas buscando la otra parte del cielo.

Rumbo Cementerio Recoleta. Ruta Avenida Libertador. Helado tres sabores. Promoción de tres atados de incienso por sólo 10 pesos. Olor ámbar. Quilmes. Un perro que parece un oso. Unos culos fríos y unos vestidos bellísimos y las bombillas y el mate de todos los colores y tamaños posibles. De pronto un cerdo con forma de nube, o más bien una nube con forma de cerdo y viceversa, como un lechoncito al que sólo le falta la manzana en la boca. Mi boca, tu boca, tu lengua, me encanta tu lengua, te la mordería si no estuviésemos en medio de la iglesia y con un cura confesando a una infiel que hace tiempos no se masturba y no tiene sexo. Uno debería aprender a desconfiar de las mujeres que sin sexo no se mas-turban, esas mujeres me per-turban. Y el cura sigue manda 10 padre nuestros, 2 ave marías y una carta al Gauchito Gil.

El Gil al otro lado de los Aires, cerca de donde apenas si se duerme, en el 1333, 13 C. C, si lo sé. Aquí también se ven las nubes con forma de cerdo, aquí también se ven las bocas y los culos ya no tan fríos. Los artesanos al otro lado, sólo uno encerrado en el cuarto de al lado, la puerta que no abre las hojas que se caen, un golpe en la cara de un chico con gafas, unas pupilas dilatadas que creen estar en todo lado, un polo a tierra. Aceitunas. Pan y Lentejas en Agua. Se acaba la luz, se muerden las lenguas, se reactiva el tiempo y por fin me da la espalda, espero que sea para mostrarla.

domingo, 1 de agosto de 2010

recordatorios

De cuando en cuando espero que esta ventana este abierta, y desde que la abrí no se ha cerrado. Fulana le diria un montón de disparates pero me contengo. Con-tengo. Con-tigo. Tingo, tingo, TANGO¡¡¡¡. Cómo te va con Bogotá. La llevo a mis espaldas, con mucho frio y ganas de fumar. Y a vos cómo te va con Bogotá. Esta lejos, a veces me antojo, como con vos. Eso es sólo porque estas allá y porque te mira de re-ojo, para evitar el sonr-ojo, la son-risa y el ant-ojo. Y con Bs As y con los Zombies? Los zombies son mejor que yo. Y sus perros tambien? sus perros y sus gatos y sus loros. Oye. Oreja. Le podría dar un beso, pero más en el cuello, de esos besos que se quieren subir sin recato. Hasta la oreja y quedarse un rato ahí. Quedarme un rato donde quieras, me vuelvo complaciente sin olvidar a donde quiero ir. Quedarte donde quiero, para llegar donde tu quieres. Si es cierto. Tambien es cierto que voy a fumar. Ve pero vuelve. Estoy muy cansada, se cierran los ojos y muy proximamente las ventanas, que pases buena noche.

lunes, 19 de julio de 2010

En Construccion

Si los Aires fueran una ciudad de zombis, hombres muertos andarían por doquier comiéndose a todos los perros que pululan por entre las calles, las casas y los balcones, y ya no sería la ciudad de los perros y de la mierda.
En esta ciudad de zombis todos los habitantes descansan en 95 hectáreas destinadas sólo para ellos, una parcela bellísima con cámaras y re-cámaras hacia arriba y hacia abajo, hacia arriba cielo azul, loros color verde y morado que espantan a las palomas en medio de gritos seudo-zombis, hacia abajo un olor que apenas si fluye, como estancado; hacia arriba una ciudad que me espera, hacia abajo la ciudad en la que habito; hacia arriba de donde se viene, hacia abajo para donde se va.
Los zombis más recatados llegan atravesando la avenida Guzmán, otros que por entre Warnes y Jorge Newbery saltan las tapias altísimas porque viven en el sur y los otros, los últimos los que vienen a morir de afuera que llegan en los trenes de San Martín y copan las estaciones y los rieles con sus restos llenos de sudores fétidos y carne podrida.
Ya al atravesar las columnas todo cambia, la parcela bellísima se encuentra tan bien organizada que es lo que en verdad asusta, la ciudad dentro de la ciudad ya no tiene nombres, sino que de nuevo se usan los números como seña, como indicio de guianza. La industria duerme y las chimeneas del crematorio recuerdan la época en la que se incineraban a los zombis, quisiera arder así de vez en vez, como en las piras antiguas en medio de tablones. Temperatura promedio de 760 a 1150 °C, lo suficientemente caliente para quemarlo todo, dependiendo de la altura.
Los habitantes zombis también tienen sus perros, que son más bien loros pero que no repiten nada que se pueda escuchar. Los más importantes viven en el centro, en el subsuelo de Maurits por entre los números subiendo y bajando escalones en todas las direcciones imaginables, y en las inimaginables también que es de lo más cómodo, sólo no hay que respirar, debes contener el aire para saberte vivo.
Los más acomodados descansan en mausoleos que rememoran edificaciones antiquísimas romanas, góticas y neoclásicas que cuentan con uno, dos y hasta tres sub-pisos. Hay otros que prefieren algo más campestre y viven en medio de jardines, pero en las jornadas de invierno prenden las chimeneas del crematorio, ya solamente para calentarse un poco y sobre llevar la ola polar que llega una vez cada año a la ciudad.
Tienen un santo que los cuida, y al que en el parque contiguo, el de los andes le colocaron un altar en medio de banderas rojas y cartas con letras casi ilegibles, casi analfabetas, ya que en definitiva para creer en algo no se necesita un titulo que lo convalide. Su nombre de pila Antonio Mamerto Gil Núñez, el de profesión Gauchito Gil. Un campesino por allá del siglo XIX sobre el cual se dicen tantas cosas que no importa cuál de ellas sean ciertas. Sólo que fue asesinado justo bajo un árbol de Algarrobo, que tampoco se aclara si fue europeo, loco o criollo, o mejor Cercis o Guapinol, se sabe que fue un árbol para colgarlo del pie, y no para estacionarse como un globo.
Al Gauchito, todos los llevan en alguna parte del cuerpo, como estampitas pegadas, para encomendarse a él en el momento en el que salen de su ciudad, a las ruinas de la antigua capital federal, que luego de una ola polar prolongada quedo como congelada en el tiempo, con calles completamente vacías, mercados chinos desolados y uno que otro pibe chutando una pelota contra el pavimento.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Sin Pisar las Rayas

Guillermo Tell, a pata pela', el inmortal, a pata pela', a los cosacos les dio la libertad, a pata pela', cantaba la pequeña niña hermosa entre un saco oscuro y una falda roja, que apenas si le daba espacio para calentarse menos de una distancia de cuatro dedos en las piernas, saltaba, cogida de la mano de una mujer que bien podría ser su hermana, camino al colegio todas las mañanas, por las calles de ese barrio que son todas tan iguales y llenas de parques, parques, muchos parques como el abuelo le había contado desde siempre, como ella los caminaba todos los días cantando y saltando sin pisar las rayas.

Era el juego que habían acordado las dos mujercitas cuando en las mañanas salían corriendo de miedo por no llegar demasiado tarde o demasiado temprano e intempestivamente, y antes de comenzar a cantar la tierna voz que los cosacos, a pata pela', agradecidos, a pata pela' le regalaron un tarro'e mermelá, a pata pela', recordaba la ausencia de cualquiera de esos extraños artilugios de colegio que uno se veía obligado a llevar, pero que a ella en medio de su falda roja y sus piernas canela se le dificultaba recordar, tal vez porque quien lo decía no era su abuelo o tal vez porque desde ese momento ya perfilaba una cierta tendencia al descuido y a una falta de memoria útil.

Y entonces su acompañante, que bien podría ser su hermana, no tenía más opción que tranquilizarla con ese juego, para que la pequeña voz escondiera su miedo por llegar a ese lugar, y dando saltos la niña se iba perdiendo, a pata pela', por entre las rayas, a pata pela', mientras que la mayor, con la fuerza que sólo da saber poder llevar a otro ser en su vientre, afinaba su vista al suelo buscando monedas, a pata pela', sin pisar las rayas para no despistar el canto, a pata pela' y rogando que no fuera un tarro de mermelá sino un cofre lleno de tesoros de hojas blancas grandes y cuadriculadas, de bolas de icopor de todos lo tamaños, colores y hasta olores o de sólo cincuenta pesos, con los que pudiera frente a la entrada del colegio comprar uno sólo de los tesoros que era cuidado por un niño-monstruo que dormitaba siempre en el antejardín de la casa.

Así entre patas pela', los saltos se iban pronunciando cada vez más por que las rayas de un momento a otro se hacían más seguidas y ya Guillermo Tell, no había hecho nada más y ya Santiago Watt, a pata pela', el inventor a pata pela' de la primera maquina a vapor, a pata pela' era reemplazado por las maquinas de gasolina que aparcaban justo en el sitio donde la pequeña vos debía esperar cada vez que llegaba tarde por creer que estaba jugando y desde ahí veía como su compañera se despedía por fuera de las rejas y entre los árboles caminando una a una todas las rayas que habían saltado buscando de nuevo donde colocar el cofre lleno de tesoros