sábado, 26 de diciembre de 2009

Trufas a la Frambuesa

Preparación:
  • Caliente la pulpa de frambuesa con el azúcar, mientras que sin besarla le recorre todos los labios calentandolos con su respiración; añada la crema de leche y la glucosa dejandola hervir, mientras que sus manos comienzan a acercarla a su cuerpo tomandola por la espalda.

  • Aparte, descienda con una mano lentamente hasta sus caderas tocandola como por descuido en la mitad de su sexo, mientras que con la otra coloca en un recipiente la cobertura de leche picada muy pequeña y vierte la mezcla de frambuesa sobre ésta.

  • Incorpore la mantequilla (al clima, de su piel que de seguro hará que resbale mucho más fácil) y bata manualmente hasta que la mezcla esté sedosa.

  • Rellene una manga pastelera con esta mezcla y refrigérela durante 15 minutos, mientras que espera empiece a desnudarla de rodillas delicadamente comenzando por la parte de abajo.

  • Retire de la nevera y con la ayuda de la manga forme bolitas, a la par que que se levanta y se ubica justo detras de su culo; coloque sus manos firmes sobre el mesón rodeando sus caderas, mientras que ella coloca las bolitas sobre un plato forrado con plástico adherente.

  • Introduzca en cada bolita un frambuesa y a la par de cada frambuesa penetrela no tan profundo, permitiendo apenas que se estremezca; enharinese las manos y termine de darles forma, también lo puede hacer con sus tetas.

  • Llévelas al congelador hasta que endurezcan y mientras tanto follesela tantas veces como pueda mientras lo tenga duro.

Para Cubrir:


  • Aparte, derrita la cobertura de chocolate al baño de Maria (usted personalmente puede nombrar el baño como bien le venga en gana) e introduzca cada trufa en ella, buscando bañarlas como lo podría hacer con su nombre.

  • Luego de esto saquela para que se solidifique y lleve a la nevera, entre tanto descance un momento y repita la receta.

  • Cuantas veces les apetezca

miércoles, 21 de octubre de 2009

Funcionario francés

Marcel estaba mirando Tvfrance por su computador. La oficina tenía una silla excelente para mirar tele en las horas muertas del trabajo. Una tarjeta de televisión conectada a su ordenador le permitía que la antena satelital, pegada fuera del edificio blanco marfil, mirando hacia lo alto, transmitiera la señal del canal francés. Verlo cómodamente en su oficina, sentirse en Francia un rato. Su papel era importante en la fundación; en realidad, sólo firmaba papeles e iba a negociar cuando se requería. Una bella sonrisa y ojos azules, voz delicada y varonil, un acento de R apagada por falta de fricción de la lengua con el paladar, y el acento gangoso al final de frase. Una mente sagaz y conocedora de hombres, algunas veces totalmente atónita de la experiencia del otro. Todo un gestor humanitario.
Desconcertado observaba una noticia. Los agricultores protestaban en Francia pidiendo millonarios subsidios como los que habían tenido los banqueros con los planes de salvamento. Una salvación para la crisis, exigían hablar con Sarkozy. Después una noticia de un suicida en el metro que muestran en cámara lenta mostrando como el suicida intenta ser salvado por un hombre y cae también, los dos muertos. Inicia entonces el programa. Un hombre bordeando los sesenta con un atuendo informal presenta en una mesa los cuatro reporteros que hicieron las cuatro notas del programa. Cuatro reportajes de distintos lugares y temas que eran mostrados a los largo de una hora.
El primer reportaje fue sobre una empresa de bricolaje, que como oficio tenía curar la madera de antiguas casas y fincas de la campiña francesa. Mostraban el tratamiento a aplicar encima de los grandes soportes de madera que sostienen la casa en pie, para evitar que entren insectos que deterioren la madera, o que la vejez de la misma haga venir la casa abajo. En seguida una morena habla sobre una ciudad alemana donde hay una feria de arte. Ella recorre todos los espacios del museo, invitando al televidente a asistir a esta ciudad. Recomendó especialmente el videoart de un taiwanes. En la sección de deportes hablan de “Le wakeboard”; consiste en ir en una tabla tras una lancha en un lago jugando con las olas que va dejando el paso de la maquina por el agua, giros de dos metros de altura en un sentido y otro como acróbatas de circo. Impulsados por la maquina a todo motor, los chicos salen volando de un lado para otro, sintió una fuerte patada en su espalda, algo había vuelto añicos la ventana e irrumpió en el programa.
Se levantó inmediatamente, algo atontado por el impacto y el sonido del metal resonar sobre el piso. Escuchaba al joven reportero discutiendo con el viejo bien vestido sobre la bendita tabla para lago sobre la mesa. La pipeta de gas propano había caído justo atrás de él, aún no estallaba, una luz. El estallido voló una pared e hizo mover el polvo entre cada ladrillo, el letrero de la Cruz Roja pegado en la fachada se soltó de un lado al mismo tiempo que la puerta proyectada de sus goznes golpeó a la secretaria que llevaba los papeles a su jefe en ese instante. En la habitación Pierre Morville hablaba de las huelgas en Orange Labs, después el atraso de trenes en la estación de Paris. Todos tenían un pitido constante en el oído. Una mujer de falda corta y escote temblaba compulsivamente bajo un escritorio con la mirada perdida y la boca llena de saliva, nadie se levantaba. Sólo se escuchaban gritos y quejidos.

miércoles, 14 de octubre de 2009

El Plato de la Otra Mesa

No sé si lo han notado, pero cuando por lo general ustedes – los comensales – entran a un restaurante y se acerca el mesero con platos envueltos en una carta; al principio siempre creemos que la elección que tomamos ha sido la mejor. Viene una amena charla, entre apenas unos desconocidos que se pretenden familiares – no se dan cuenta tan siquiera de la forma en que sus ojos se esquivan tímidamente – como preámbulo para el banquete que comienza a adornarse con los cubiertos, los platos y las copas.

Las entradas que preparan nuestro paladar para el festín, en muchos casos se nos antojan deliciosas, tanto así que solemos empalagarnos golosamente – pienso que en la mayoría de ocasiones deberíamos quedarnos solo con las entradas – hasta rebozar nuestras panzas, para luego aún así, asumir una cobardía ante la lógica que nos impide levantarnos de la mesa y pasar por descorteces, y no nos deja otra opción como comensales más que creer a pie juntillas que nuestro plato fuerte es la mejor elección.

La conversación, que por momentos se vuelve monótona se encarga de aderezar la espera del plato. Si la conversación resulta lo suficientemente comprometedora dará la apariencia de haber superado la posible pesadez ocasionada por las entradas y preparará las panzas para tragar sus propias elecciones, que aún inocentes pueden no prever la falta de saciedad que buscan sin saberlo.

Es importante en este punto aclarar que el tipo de comensales, define a su vez el tipo de restaurante y por tanto el rito en el que se convierte comer; entre más refinado y gourmet se pretenda, tanto o más así será el rito. Si por ejemplo encontramos una suerte de babero enrollado sobre el plato que anticipadamente anuncia un posible desastre, no es de extrañarse que no solo veamos los cubiertos con los que usualmente comemos, sino que habrá toda una suerte de artilugios que pretenden facilitar la ingesta, pero que al contrario de su naturaleza pueden tornase en grandes complicaciones, para un comensal desprevenido. Comer en esta forma se convierte en un rito que permite ser observado desde la de-gradación. Es bueno tener en cuenta que no siempre lo refinado y gourmet es lo que llena. Lo que en realidad nos llena es lo que provoca el desborde de la pasión por la comida, que dependiendo del comensal, puede ser observado como un pecado capital, la gula.

Cuando, luego de haber esperado y haber querido levantarnos más de una vez de la mesa, llega por fin el plato fuerte, que de acuerdo con la experticia del chef, vendrá adornado de una forma tan elegante, que por momentos no somos capaces ni de tocar. Hasta ese momento la comida ha superado, sin mayores tropiezos su lógica impuesta. Pero es justo en ese instante, cuando desprevenidamente y con la sensación de familiaridad que genera el haber hablado durante un buen tiempo en presencia del comensal de la otra mesa, que nuestros ojos comienzan a descubrir una verdad. Y es que el comensal, el de la otra mesa, ha elegido un plato fuerte que se nos antoja mucho más provocativo que el nuestro.

Comienza de esta forma un juego, que nunca se imagina el rito, donde cada mirada al otro plato, a la otra elección, nos golpea de frente cuando comemos bocado a bocado la nuestra. Esta situación hace que la conversación que acompaña la comida se torne tediosa y en muchos casos los silencios se prolongan, cuando el comensal antojado, solo se concentra en el otro plato tratando de entender por qué esa y no la suya, le resulta una mejor elección. Sopesa, el tipo, el tamaño y el color, y a simple vista podrían ser lo mismo, pero cuando con más detenimiento se fija en los acompañamientos del sabor, descubre, por ejemplo, que son calamares, ese sabor que enloquece su paladar – al igual podría pasar hasta con el pollo – y que ya hace tiempo no lo prueba y quiere recordar.

En un principio trata de entenderlo como un simple antojo, algo pasajero, pero en el momento en el que observa el labio inferior del otro comensal, el de la otra mesa, relamiéndose con un gusto exaltado, tan de puta madre; el antojo se convierte en una pretensión de tenerlo todo en su boca, llenando cada uno de los pequeños poros de su lengua y por momentos haciendo que pierda hasta la razón. Es como si por ejemplo cada mirada sobre la otra mesa fuera una caricia sobre su espalda, y cada bocado un beso.

Estando así, vuelve como en un aterrizaje forzoso sobre su plato, y apenas si lo prueba, obedeciendo a la misma lógica que minutos antes, no le permitió levantarse de la mesa, lo prueba como con desgano, teniendo la certeza que no llenará su panza – para ese momento ya es consciente de porque se encuentra allí – pero aún así seguirá probándolo, sin querer comerlo, y es en ese momento que pensará sobre la bebida.

Es la bebida una parte importante del rito, en ella se demuestra cual es la forma para tragar las cosas. Si de nuevo volvemos sobre el babero, ya no enrollado encima del plato, sino puesto sobre nuestras piernas, no es de sorprenderse por ver un par de copas que más o menos tengan las siguiente características: un diámetro de más de 6 cm, para que la nariz quepa en la copa al beber el vino (siempre se quiere tener metida la nariz donde no se nos ha pedido); dos, un delgado espesor, que pueda dar a los labios la sensación de saborear mejor (eso puede funcionar de perfecta forma cuando los labios no son lo suficientemente buenos por si solos); tres, la copa debe tener el borde ligeramente doblado hacia adentro, de manera que el olor se mantenga (los olores siempre son importantes, aunque hay unos que percibimos de mejor forma que otros); cuatro, la copa debe ser completamente transparente y con pie para apreciar bien el color (en definitiva el vino es una bebida que se pretende completamente honesta); cinco, la base debe tener un diámetro suficiente para que la copa tenga buena estabilidad (aquellos comensales que prefieren el vino indefectiblemente, prefieren la estabilidad); seis, la copa debe tener un pie suficiente como para poder sujetarla sin calentarla con la mano (es impropio buscar calentar); siete, la copa ideal debe tener una capacidad mínima de 150 cc. (Siempre es necesario garantizar un mínimo de deleite, aunque en muchas ocasiones, se pretenda garantizar también un máximo); y ocho, cuando sirva dos vinos al mismo tiempo, coloque la copa más grande para el vino tinto, y la chica para el blanco (es una buena aclaración para los gustos del comensal). Si vemos esa copa, o alguna que guarde bastantes similitudes, hemos de afirmar que el rito se encuentra en su mayor grado de refinamiento y por tanto, no es prudente de parte de ningún comensal tener algún tipo de incidente, ni siquiera con las sobras.

Luego de esta reflexión el comensal antojado, no tiene otra opción más que meter su nariz en una copa inmensa, buscando saborear una bebida honesta. Un sorbo, otro más, pero no otro, el vino como bebida en exceso no es bien visto. Y en ese pensamiento gira su cabeza hacia la otra mesa y apenas si descubre una cerveza nacional fría. Algo mucho más sencillo, que permite el deleite en sorbos más largos sin necesidad de meter narices, o atrapar sabores. De hecho en ocasiones la cerveza permite la decencia de eructar si, así se quiere.

Comprobando esa situación, en un intento más, vuelve sobre su plato y su vino. De hecho hasta intenta retomar la amena conversación que por momentos tuvo en el principio con su compañero de mesa. El comensal compañero, que tal vez ni se ha percatado de ello, ya casi ha acabado con todo el plato fuerte y en un gesto de preocupación, pregunta si a caso no le ha gustado su elección, a lo que el comensal antojado, tiene que responder diciéndoselo más a él mismo – como una forma de afirmar lo que no quiere –, que al comensal compañero, que claro que le ha gustado, solo que al parecer no tiene tanta hambre. En estos casos, la parte final del rito puede tener dos finales. En uno el comensal compañero, convence al comensal antojado de la pertinencia de un postre para llevar a cabo de forma tradicional el cierre de la comida, y el comensal antojado, intenta como último recurso comprobar la efectividad de sus elecciones arriesgándose a escoger un postre, entre otras también para saber si llena su panza. En el segundo caso, el comensal compañero toma la misma decisión, pero en un segundo de lucidez, el comensal antojado dice que no, como una comprobación justamente de lo poco atinada que resultan sus elecciones en ese rito. En caso tal que la situación sea la primera es conveniente saber lo que sigue:

Los postres son un elemento muy importante al momento de acabar con la comida. En su elección acertada existe la posibilidad de repetir el encuentro. Esta situación sólo se puede repensar para ser reemplazada, cuando se tiene la suficiente decencia como para ser capaz de relamer – en caso de helados – o repelar – en caso de brownies – hasta con sus dedos la última pizca de placer que aún está sobre el plato esperando, en dicho caso, no habría necesidad tan siquiera de que el comensal compañero propusiera la elección del postre.

Ya en este punto solo queda por determinar la forma de pago de los comensales. A este respecto hemos decir que existen un sinfín de posibilidades, pero aquí hemos tan solo de enumerar las tres más importantes: la primera, el comensal compañero ha logrado percatarse finalmente de lo poco lleno que resultó el comensal antojado, y como una forma de expiar sus culpas decide pagar toda la cuenta, ya que finalmente él si disfruto la comida; la segunda, el comensal antojado, como una forma de hacer valer sus elecciones decide intempestivamente pagar la cuenta, como un gesto de complacencia por la animada visita y una forma de negar el plato de la otra mesa; y la tercera, donde cada quien paga lo que eligió (y no necesariamente comió), lo que muy comúnmente se conoce como la forma americana – es bueno decir en este punto, que de las tres posibilidades aquí planteadas, esta tercera es la menos nociva que existe – lo cual genera un espacio de independencia y deja abierta casi todas las posibilidades futuras.

Teniendo este panorama el comensal compañero, en el mismo tono que llevó a cabo toda la conversación, se adelanta a pagar rápidamente, como una forma de expiar sus culpas, sin tan siquiera sospechar que al contrario de su intención, el comensal antojado, ha agregado un elemento más a su factura, su propia elección, la de él, y la más costosa de todas, la de preferir comer del plato de la otra mesa.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Aún sin Hacer Nada

Aún sin hacer nada, de la piel me brotan los poemas aun cuando casi nunca terminan siendo, el modo de significar la infancia, dejarlo escapar en automático. Al intentar hacer pequeños recuentos de lo que va sucediendo me hallo cercado ante el asombro y una forma vaga de cobardía me obliga a seguir escribiendo. No me es fácil, si hubiera en la mente un manantial donde acercarse y beber, una fuente para calmar esta picante sed de vivir. Contar algunas cosas, con el solo objetivo de divertirse viéndolas desfilar en los pensamientos ansiosas por volverse palabra.

Batería 1

Hace unos días finalmente llegó la noche del sábado, aquél era el primero de los días de agosto, fecha escogida por el colectivo Anomia para parirse, brotar su cabeza a este mundo absurdo y superpoblado. Varios de ellos pasaron su juventud tras los muros del colegio de curas, maldita fantasía, al salir se terciaron los instrumentos y desde entonces los han puesto a sonar, unas veces con mayor éxito que otras. Para este memorable sábado Anomia se botó con tres bandas, del rock alternativo al punk rocanroler. Es una buena sensación, cuando al fin la semana termina y el cuerpo suda con licor trasnochado que quiere salir, la sequedad de la garganta se ve medrada con el cebado sabor y en el pesado crepitar de las guitarras se van las ideas navegando hacia un universo todo metalizado, todo roto, lleno de corriente. Si el pié se fuera entre el pedal e inevitablemente el músico se hiciera sonido [ ] como esa serpiente que al morder su cola se pierde en el encanto para dar origen a la vida. Con paciencia de caracol aquellos buenos amigos míos salen a la vida sin olvidar todas las estupideces cometidas, orgullosos de haberlas hecho, llenan su garganta con los gritos de otros en el mundo, otros como yo que me dejo enredar en la maraña de sus notas.

LaSangre era el nombre de una de las bandas presentadas por Anomia, es un dúo liderado (si es que se puede decir eso de un dúo) por Diego, en las primeras canciones sostuvo con inmensa propiedad una guitarra eléctrica amarillo pálido con blanco, en cierto momento rotaron los instrumentos y diego se sentó en la batería. Lo conocí cuando ambos éramos todavía muy niños, en ese entonces él era extraordinariamente crecido, usaba gafas redondas con bordes dorados. Te acuerdas de esas conversaciones ¿ . ? hablaba de la madurez, le gustaba ese tema; pero no le gustaba más que dibujar, esa si era su mayor bendición, trabajaba largamente en manos con posiciones algo difíciles pero armónicas. Recuerdo con exactitud un medio día en el que juntos escuchamos Andrés Calamaro, la canción siempre me recuerda aquella escena infantil hoy recalco que estaba en compañía suya. Cogió entre sus dedos las baquetas y actuaba con soberanía en el instrumento, cada movimiento de sus brazos parecía una orden automática que la batería atendía afanosamente, cluhsf! Clushf! cluhsf! cluhsf! Fuimos buenos amigos pero nos separamos con rapidez, era muy bueno con el inglés, alguna vez intercambiamos un examen y la respuestas que copio de mí estaban erradas, eso también lo resuerdo con claridad, le dije que rápido en inglés se decía rapid, y con bastante razón pues un almacén fotográfico del centro llevaba como nombre FotoRapid; muchos de mis errores se deben a la poca habilidad (o debiera decir: preparación) para improvisar, pero aquél fue por ignorancia legítima, como aun me pasa con el inglés.

Mi madre atendía un almacén de pinturas vecino al barrio de Diego, un día vino él y según ella, llevó unos colores por demás anómalos; fue lo último que supe. De vez en cuando me contaban lejanos cuentos sobre su vida, hasta lo encontré en varias ocasiones. Sigue siendo que aun no nos hablamos con Diego, van muchos años en que no veo la tierna sonrisa que sabía escapársele al rostro fruncido de hoy, las grandes patillas y todo el arte todo ese que le cabe en apenas la piel. Cuando en caudal el sonido enciende, LaSangre hace latir este tímido cuerpo.

Batería2

I feel so lonely! So lonely!…So lonely!…So lonely!

Una primera persona tiene una idea y a una segunda la comenta, con el fin de no afectar a terceras personas, la idea permanece en el estrecho círculo de las segundas personas, tú cuando buen clima, Usted cuando el frío. Hay alguien que es siempre Tu, todos vienen y en sus jardines pueden reposar. Hubo un tiempo en el que me encontré lejos, así como se lee: justo al encontrarme estaba lejos y ahora que estoy cerca ya no me encuentro, o me encuentro como en un juego de escondidas entre dos hermanos que saben ya el itinerario de escondites posibles, y sin embargo juegan. Por esos días de la lejanía, Tu pudo acercarse tanto a sus segundas personas que estas terminaron estando a 1.8, y a veces hasta a 1.5 de Tu en su primera persona, cerca, cerca, cerquita. LaNocheDeLosPostres nació de un tráfico de dulce y licor, golpes de tambor y cálida amistad en su fogata. Cuando estuve de nuevo recibí una invitación un tanto unilateral, no me lo había preguntado seriamente pero todos estos años he deseado cantar y fue bello coincidir en esta complicidad.

De nuevo estamos cerca y parado en la nostalgia de otros, nublo de mocos recuerdos ajenos y lloro. Me da pesar. Tu siempre aparece en cualquier historia, estamos a 1.2 o 1.3 (asombrosamente) Todos quienes algo han hecho por este pan chiquito y mordisquiado que es la cultura bogotana, comparten algo. Ni el tipo de sangre, ni el pelo, ni los amigos, ni los enemigos; todos hacen parte de un parche en el que no estoy, Tu está siempre, aunque no le interese, estoy aunque desbocado, y flaco, con unos recuerdos que parecen de una isla distinta de esta, extinta. En el barrido de los ciento ochenta grados de la mirada, están todos reunidos en grupitos calentándose, haciéndose el amor, incitándose, mientras los miro desde los bordes de esta casa en obra gris, cada vez más negra. Voy a hacerlo, salgo todos los días y lo que hago es marcar más distancia. Esta inercia endemoniada acerca lo que quiero volviendo profundo abismo las grandes lejanías. Tu no tolera a nadie, los seres de 2 en adelante la tiene perdida, no hay caso, siempre lo haremos menos bien. A Tu lo hace sentir muy culpable esa situación. Sin embargo no hay cómo controlarla. Cuando al unísono gritamos se da el bello olvido de quien se hunde, hasta tres kilómetros con quince millas para resucitar. Estaré lo suficientemente vivo como para morir. Tu me grita. Tu con gafas oscuras en una playa, leyendo literatura en castellano, Tu despertando siempre antes abandonándome en el insomnio. Tu Tu Tu Tu Tu Tu Tu Tu Tu Tu Tu, como un hijueputa teléfono ocupado. Vaya mierda decirlo. Hay días en los que Tu bebe licor y otros en los que no, aunque casi todos los días desee ardientemente hacerlo. Anoche fuimos juntos, me esperó algunas horas y hasta me llamó, como no se decir mentiras de buseta di mi ubicación exacta, se mostró molesta. Al llegar todos parecían víctimas de mi tardanza y con sequedad saludaron. Tendré disponible una buena cara reza la séptima ley samurái del código que estoy escribiendo, luego noté que ese apartamento era en realidad un pequeña Venecia por cuyos pasadizos corría el licor, lento; en toda la noche no dejó de pasarme, ni siquiera cuando una y otra vez recaían las veloces síncopas del reguetón entre las paredes del lugar.

Pasaron varias horas antes de que la batería comenzara a sonar. Diego, absolutamente alejado y distinto del Diego de hace un rato, pero también en esta historia y tocando una batería, tardó en calmar su borrachera con los golpes que acompasadamente pegaba contra los tarros y platos de la batería. Canté en medio de la ceguera, sin tener los sentidos muy sedados el ambiente estaba regido por una luminosa falta de visión, que a todos aislaba pero mantenía a salvo. En medio de todos esos rostros que no querían saber quién detrás de los bafles, echaba alaridos discordantes gesticulando con poco interés, haciendo música fea, despreocupadamente. Tu derribado por el cansancio y los tragos; en consecuencia también yo; en contradicción astuto_deslizándome bajo la puerta_serpiente_tocar con cuerpo entero_ese milimétrico pozo que sobre el pecho suyo se posa.

Batería3

He conocido Tantas personas. Tantas tantas tantas tantas Tantástico. (jeje)

Desde mi cabeza proyectar un mapa vivo que ligara en cartografía a la gente de mi espectro. Ana tiene los ojos verdes, ‘como para tenerlos aquí’ dijo alguien una vez, o para verlos cansados como me gusta. Los ojos de Ana han visto los ojos de otras Tantas gentes, que a su vez han visto y se han dejado ver aunque los acose a veces la ceguera. Una vez vi unos niños en televisión, una novela, luego un programa sobre los niños de moda. Luego ví a uno de esos niños en la universidad, luego vi al otro. Pero una cosa no pasó enseguida de la otra. Primero me enamoré de una mujer crespa como esponja y blanca, y nueva como yo. Cierta noche coincidí con un grupo de gente todos con edades similares a la mía, ropas parecidas y pasión por la marihuana (esto último lo vine a descubrir después). En ese grupo de gente estaba ella acompañada por uno de los niños de tv. Me alejé rápidamente y los ríos siguieron su curso. Me alejé de ella porque la quería solo para mí y ella no, sin embargo en una inusitada trenza del destino (así debería llamarse esto), por intermedio suyo conocí a alguien a quien una vez le vino una prima segunda o tercera de Europa, motivo que reunió a tíos primeros y segundos, una abuela, y varios primos todos de baja estatura. Entre ellos estaba el segundo muchachito. Sabía fumar y manejar al mimo tiempo, o una cosa después de la otra, se dedicaba a la música, al cabo un tipo de excelente talante.

Años después viajé al sur y dada cierta ocasión tuve que ir a la casa de este segundo muchachito en busca de un desconocido encargo que bien había hecho en traerme. Su habitación quedaría en un segundo o tercer piso. Después de la puerta un corto pasillo que llevaba a una sala que empezaba con varias entradas, a la cocina y a otros cuartos. En medio de las puertas descubrí con asombro que al igual que todas las entradas, éstas hacían bien el papel de salidas. Al abrirse una de las puertas salió enredada en una toalla uno de los seres más bellos que he visto, sin exagerar. Las alas grandes tatuadas a su espalda parecían tener un brillo propio, quizá por el halo del baño o por la increíble simpleza de la situación en la que no hallábamos, pero sentí su azul mirada quemándome, sin fijarse siquiera, como me pasado luego con otras cantantes; sus alas se la llevaron. Volví a casa, él y ella se quedaron. Otra vez vino él a mi lugar, fue grato descubrir el licor derritiendo los hielos inútiles, permitiendo una conversación que en pocas horas me dejó un feliz desconcierto.

El primer muchachito vino a la universidad en la misma época que yo, solía poner obras suyas en muros, de vez en cuando lo veía. Alguna vez supe que vivía en casa de un grupo de artistas, esa casa la conocía de antes, compartía un proyecto con alguno de ellos. Durante la época escolar hice pocas amigas, pero buenas. Un día se me ocurrió pedirle a una de ellas un beso usando la forma más grotesca que conocía para hacerlo, de aquella temible experiencia la llamé durante algún tiempo ‘campanita’ en recuerdo de su epiglotis. Con campanita hicimos un lazo que hasta hoy no se quiebra, por trampas de la vida campanita terminó sonando en la casa de la que hablaba hace un rato, para ser más precisos detrás de la puerta de habitación de este primer muchachito. Hace pocos meses y en méritos de grata nobleza por haberles sacado el culo antes, vinieron a casa de mi novia, una noche calmamos largas horas de despiadado frío y escases de yerba metiéndonos entre la colorida tubería de un parque. Qué bien la pasamos, aunque tenga esta puta y recúrrete pelea con el disfrute holgazán del artista mimado, su trabajo me sorprendía.

Varios meses pasaron sin campanita y quien viajaba con ella, antes y después primer muchachito, cuyo hermano hizo con su banda una gira local hace pocos días, en parte por la ‘familiaridad’ y parte por pasión pura, aquella epiglotis reverberó incansablemente en todas las jornadas de concierto, sobre todo cuando en uno de los videoclip un ciclista lleva un manojo de globos y en la inercia se deja elevar con tal felicidad que no se nos ocurrió más cosa que aplaudir. Una campana_un pardealas_un bombo_un platillo_ unas baquetas; las baquetas de la batería que encontré hoy sorpresivamente en un centro comercial en el paseo familiar, se encontraba en mitad de una gran plaza de eventos, callada, a solas. Botas rojas femeninas/rodaban por la tarima. Todo parecía en su puesto, miré sin ningún pretexto. Qué tan duro sonaría prendida esa batería. Mario! [ ] Apareció el segundo muchacho, saludándome alegremente; después una campanita que se movía para decir mi nombre, besarme las mejillas, conocer a mi madre e irse de nuevo. Evité demorar los saludos, subí y los observé obsesivamente hasta que se fueron. La chica de las alas nunca me ha visto, aun si me la cruzara todos los días en el bus, la casa y el trabajo jamás me vería; me gusta verle los senos al cantar, cuando se voltea miro su espalda y sus alas volar. A campanita le aprieto fuerte en el abrazo, dejo que se vaya con su primer muchachito a donde quiera, será feliz, aunque llore. Al segundo muchachito le deseo la buena con todo mi corazón.

Que nos estamos hablando. Aún sin hacer nada.

Mario

9 8 09

jueves, 3 de septiembre de 2009

Correo

Llegó con su rostro de mujer madura que no encaja de ninguna forma en su cuerpo que entre sudores y ritmos de tango, la mayor de las veces nos convida a todos al descontrol. Con un sonoro ¡hola! Llama la atención de mis ojos sobre su pelo, y apenas si tengo tiempo para susurrarle ¿Qué paso con las palabras? No deben salir. Ojala por la razones correctas – le replico -como hipnotizado por la cadencia de su cintura que tanto me ha gustado desde siempre. Ah sí. ¿A vos como te tratan los buenos aires? Ahí vamos… buscando trabajo y estabilizándome de a pocos. Hasta cuando te piensas estar. Um mínimo este año y si puedo homologar, pues acá acabo. Felo, te dejo... Siempre. Ey acá no tengo plata... no es de hijuemadre. Ey tranquila, no es reclamo, yo personalmente no me conectaría. Bueno, obvio, pero hay que revisar el correo... Mejor te escribo entonces. ¡Gracias!, lo que quieras con tal que sea con cariño. Siempre, porque no habría de haber cariño, sin motivo aparente te aprecio. ¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeé? (y lo dice mientras se acerca con esos pequeños labios que de tanto apretarlos se vuelven más rojos) ¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeé de que? pues que apenas si nos tratamos y me caes bien, es a lo que me refiero, pero bueno vos ya te ibas… de hecho te fuiste y apenas me dejaste un par de sorbos en un cocktail que no tenían babas de nadie más que yo. Ah, Jajaja y su risa escrita me recuerda su gracia cuando agresivamente nos tratábamos. ¿Qué pensaste? Si, espérame, bueno o sea ya me voy… ¿cómo así? bueno mejor vete. Nada, nada, bueno, tampoco. Esto resulta complicado.

Falsos Intentos

Le fueron cayendo uno por uno los trozos de firmamento, hasta que uno le aplasto la cabeza. Sus restos quedaron tendidos sobres el mohoso suelo del cual salieron los primeros gusanos babosos que en busca de alimento estrellaron sus cuerpos con esas sobras que despellejaron en aproximadamente dos horas, quedando tan llenos aquellos bichitos que estallaron sus cuerpos después del banquete, esparciendo sus fétidas entrañas por entre los senos mórbidos de aquella mujer.

Todo había comenzado cuatro días atrás cuando la recogí en la avenida principal, entre putas viejas con tetas caídas, que tenían caras de aburridas fumándose un porro del tamaño del miembro de un actor porno, y dos maricas que no dejaban de chutearse con una jeringa que habían robado de un centro de donación de esperma del cual sacaban el poco dinero para sobrevivir.

Dijo que se llamaba Susana y que me lo haría toda la noche si la dejaba dormir en la mañana en mi casa, supongo que no imaginaba que si lo hacíamos toda la noche como era mi costumbre no podría dormir, pero en fin no iba a desaprovechar esa oportunidad por más extraña que pareciera, así que la hice entrar al carro.

Ya instalada como copiloto la incline sobre mis piernas y le dije que comenzara chupándomelo, que imaginara que era un lindo caramelo viscoso en forma de barra, que no se detuviera hasta llegar a mi apartamento que era a quince minutos, que subiera y bajara, vuelta en la izquierda para salir de la avenida, sube y baja, por debajo de un puente, sube y baja, a la derecha y nuevamente a la izquierda, sube y baja, semáforo en verde, sube y baja, una vendedora para comprar cigarrillos, baja pero no subas tanto, nuevamente rumbo al apartamento, sube y baja, semáforo en rojo sangre, detente que ya voy a llegar.

Nos bajamos del carro y apenas la sonrisa socarrona del portero delataba que no era la primera vez que hacia esto, que era un viejo zorro de esta vida, que de tanto andar en las calles y en mi trabajo las únicas mujeres que podía conseguir eran estas, que estaba acostumbrado a tener rubias, morenas, flacas, gordas, unas lindas, otras no tanto, eso dependía del dinero.

Esta vez ya en mi sala, el asunto cambio un poco, de nuevo la tuve cerca y esta vez no desaproveche la oportunidad, comencé por acariciarle el cuello suavemente, entre mis manos y mis besos la fui dejando caer sobre el asiento, sobre mi asiento, sobre mis piernas. El ruido que producía su cuerpo extendido como sabana sobre mi era hermoso. La primera vez que la escuche no supe si eyacular o ponerme a llorar. Su sensualidad era algo discreta, recatada. Apenas si la podía auscultar por entre el murmullo de su sangre y su aroma a manzana verde. Recuerdo que la primera vez que la vía vestía un sastre azul con margaritas, llevaba su cabello azabache recogido, su piel de navidad desnuda y sus labios oscuros, talvez pálidos, como si no corrieran sangre por ellos. Su actitud tímida la hacía una victima perfecta, nadie en el recinto extrañaría su ausencia. Me acerque pensando que sería fácil engañarla y contrariando cualquier vaticinio.

Aquella noche en la habitación los dos cuerpos reposaron en la cama más quietos de lo habitual. Aún sonaba la pequeña caja roja que tenían por radio y que además se encontraba sobre un improvisado atril de madera en la parte de alta de la cama, de la cual escapaban tenues sonidos de música ininteligibles. Sutano y Mengana se encontraban completamente limpios, desnudos, desprovistos de cualquier imagen, que los alejara de sus propósitos, eran como una plaza che, que no necesita de imágenes para permitirse conocerse y conocerlo. Mientras tanto sus manos resbalaban delicadamente con el ritmo de los Pistols y luego abruptamente saltaban a otro ritmo, algo más suave, como un bolero, era como si la radio diera el ritmo para que se conocieran haciéndose el amor. Desde hace mucho tiempo que venían ritualizando ese estallido propio de sus cuerpos, un simple suceso que había acabado con lo intenso de sus propias vidas.

Entregarte los ojos para que descubras que la verdad del amor no existe. Entregarte los oídos para que comprendas que la única verdad que existe son mis palabras. Su silueta sobria finalizo en el arrebato del sexo que los devoro segundo a segundo. Si hubieran existido otras circunstancias dedicadas a vos talvez el sacro acontecimiento nunca hubiera sucedido.

Y comprendió que los seres que lo comprendían se habían ido para no volver. Sólo. Simplemente recordó a las personas que lo habían acogido y lo habían echo sentir la verdadera persona que siempre había querido ser. Ahora con la única compañía de sus cobijas sabia que el miedo era su única salida y como todo en su vida acabaría en las últimas 24 horas de existencia. En aquel instante un viento taciturno y sobrecogedor lo puso a pensar en la mujer que le había cicatrizado el cuerpo y supo que todo había sido una gran perdida de tiempo, la mejor y la más dolorosa de toda su vida. El teléfono interrumpió su sofisma nocturno y al contestar escucho el color de voz más divino que siempre anhelo escuchar. La voz de ella. Susana, Sutano, Mengana

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Cuentame si no lo logras

Una vuelta, and over and over again. Gira sobre su cuerpo mientras que parece que las sabanas color azul ahogan los cuatro tigres que vigilan su sexo noche tras noche. Esa figura apenas si flota con los brazos arriba, como no dejándose hundir entre los sueños y sus ganas de gritar. Soy el lunar pélvico de Marla esperando que sus manos bajen de su espalda para buscarme entre la maraña de sudores que recubre su ingle. Tengo ganas de que me golpeé muy fuerte con su espalda trigueña, fina, con una cierta forma como de guitarra, que remata al final con sus caderas.

La espero, sin esperarla, como tomando alcohol sin querer embriagarme, pero bueno es solo imaginación y así puede que se quede mejor, al fin y al cabo las guitarra se tocan... tu espalda no, talvez con alcohol se hubiese quedado con vos, me gustas cuando me sigues el juego, ¿el vodka? solo el juego ¿solo cuando te sigo el juego? Jaja... comienzo a pensar que no soy la maldad en persona, no, sino, cuando menos la tentación ¿y que noticias trae? menos mal aún tengo 8 vidas y solo miraba... y no tocaba, para eso tendrías que acabar conmigo, o por lo menos con lo que crees de mi, solo golpearme muy fuerte... como en el principio, y de espalda, eso podría ser un knockout ¿por qué crees? porque ya no solo sería imaginación...¿por qué quieres que te golpee? eso era lo que querías tu al principio. ¿Será qué seguimos en el principio? o estaremos algo adelante....porque siento que las ansias locas de matarte se han ido desvaneciendo… talvez el juego se acabo; de repente entiendo este juego, no se acaba porque constantemente me haces ir y volver en el deseo de golpearte, ahora lo ves... ahora no lo ves, me encanta. Igual solo son golpes... podrían ser otras cosas; de hecho, lo son pero se disfrazan de golpes, no creas a pie juntillo todo. ¿Te refieres a sus disfraces o a ti? mierda, necesito un cigarrillo. A todo en general ¿donde estas? En casa de los abuelos, estaba consiguiendo un cigarro, me queda complicado dejar de creer, aunque no parezca, siempre he tenido eso de ingenuo, es mejor saber desde el principio que es lo que no debo creer.

Por esa ambigüedad me atraes más, entonces, ya lo habías notado... lo decía por si había algo de lo anterior que debía creer, era una pregunta, a mi me puedes creer todo... igual no lo harás, hasta ahora te ha creído todo, entonces no hay ningún problema. Silencio... total. http://www.youtube.com/watch?v=QvhWZOI0DGo. Miradas. Si te tuviera en frente. Si te miraría. Todo esto es pa' que el tiempo se congele. Sin pretensiones, es mi propia respuesta a lo que te iba (voy) a preguntar... ¿qué pretendes? Ser, no más, no pretentions. To be, a medias... sin estar. Un poco, ¿por qué te inquietan mis pretensiones? No me inquietan, soy curioso de las intenciones de las personas. Tu pregunta me frena. Nunca. ¿Nunca qué? Nunca te frenes, pues es solo ser, ¿seré la maldad en persona, entonces? Nnnooo tampoco, solo la tentación, ¿por qué dices que te frena? Porque tienes una panorámica muy amplia de mi, y puedes ver mis movimientos. No todos los juegos son para ganar. No se gana, pero se... ¿a quieres gozar? No, por eso no terminé la frase, contigo las cosas no se reducen a gozar. Bueno, por siempre es bueno tener claro lo que no se quiere. Uy. Voy a pensar bien lo que voy a escribir. Nnnooooo mejor no pienso. El que piensa pierde... pero y si lo que quiero es perderme ¿con vos? “voy a pensar bien lo que voy a escribir” permíteme copiar tus palabras por que he quedado nocked out. Es mejor que no pienses porque o sino también te podrías perder... solo siente. Sintamos, entonces. Mejor así no. Y si nos perdemos con nuestra amiga la imaginación...y la tentación. Seguimos jugando. No me has dicho si te gusta el juego. Soy adicto, aunque he de confesar también que yo tengo personalidad adictiva. No solo tengo personalidad adictiva, tiendo a disfrutar de mis adicciones... Yo no he dicho lo contrario aunque no creo seas adicta de este juego. Extrañamente he venido sintiendo algo de dependencia,... que me indica la proximidad de una adicción, eso que llaman... síndrome de abstinencia. Entonces no te prives de ello. Heme aquí. Eres mi dosis perfecta. Alcanzas a leer mis más íntimos pensamientos, te informo, déjame volver detalladamente sobre lo que muy sabiamente se ha definido sobre dosis perfecta. Mierda. ¿Qué pasa? De todo. ¿Detenemos el juego? Como una descarga eléctrica. Um eso lo pensaría si te tuviera en mi espalda. Me encanta haber encontrado eso, tu espalda, me ayuda a hablarte sin pronunciar palabra. Que lindo sonó eso, espero encontrar lo mismo ¿qué? La forma de hablarte sin palabras. Pues... puede estar mediado por mi imaginación, y siento que lo haces. http://www.youtube.com/watch?v=XgddWAcuEUw, o por lo menos has encontrado la forma de atrapar mi atención sin gritar mi nombre. Sin palabras… http://www.youtube.com/watch?v=xZGcw9HHOkU. Uufff, Excelente. Das más. Oye. Dímelo. Te quiero. Te creo y yo por lo general, no les creo a las personas. Gracias. No me las des. Yo a ti también te quiero, que me inquieta aún más. ¿Detenemos el juego? Nunca, vivo para esto. ¿Para qué? Para jugar. Eso quiere decir que se detenga o no... Seguirás viviendo... entonces vivirás inquieto. Um momento. Porque me encanta lograr inquietarte. Lo haces y no te imaginas de que manera. Wow, mejor aún, vamos muy bien, me tengo que ir. A bueno entonces no me perdí. No del todo. Bueno. Conmigo un poco pero eso esta bien. Debería tenerte en frente para hacerlo. No alcanzo a imaginármelo cuando ya me emociono. Jajaja (risa nerviosa). Jajaja (carcajada cagada de los nervios).

Que tengas una muy buena noche mujer, me encantas y por tanto me encanta saber de ti... Si me tuvieras en frente, ¿te perderías en mí, conmigo? Y ya, creo que paro, el resto a tu imaginación... (Te dejo mucho a tu imaginación) Salúdame a tu imaginación, dile que me cae bien. Lo intentaría... pero estoy casi seguro que no podría... me quiero demasiado, y siento terminar con esto. Entonces, que no se diga más, así será, sabes... para cerrar. No sé es lo peor o lo mejor. Quiero decirte... que, como al principio, te quiero golpear con todas las fuerzas de mí ser. Golpéame lo más duro que puedas. Lo haré, adiós encanto. Um sabes que quiero... ¿Qué? http://www.youtube.com/watch?v=Gb1487cthK0, pa’ que te vayas queriéndome más o por lo menos con ganas de matarme a golpes... como en un principio cuando me conociste. ¿Has sentido deseos de gritar muy fuerte? No, pero una vez lloré tanto de tristeza que luego me llene de felicidad por que no quedaba nada más, la felicidad es el único camino. ¿Quieres? ¿Eres tu quien quiere? Quiero, soy quien quiero y es a quien quiero. Te quiero, ya no cabe más humedad en mis manos, la ansiedad me gobierna, me honras dulce caballero. Mientras que no sea el deseo. Ay. De hecho si no te tuvieras que ir podríamos volver a comenzar... a ver si terminamos así... pero esta vez mi nick podría ser algo así como: hoy mi cuerpo necesita de ti, saber que la dosis perfecta está en tus caderas. Me convertiría en tu dealer. A modo de inventario... sabiendo que yo ya lo respondí y en estas circunstancias estas en mejor posición que yo... ¿te perderías conmigo... en mi? Me perdería. Me costaría hacerlo, no precisamente por la misma razón.... pero pensaría tanto en eso que no lo podría sostener y no me atrae ser ese tipo de chica, no me metería a estropear tus amores. Jajaja. Que cruel puede resultar todo esto. A veces pienso... que no tanto... ¿Te vas? Pero sin saberlo te quedas. Y... sí, me haces quedarme, me envuelves en la conversación. Me inquietas es por que mi sensación de control se pierde. ¿Y eso es cruel? Ay pues figurativamente hablando muñeca. Contigo, cruel contigo. Seré la más inquisidora. Que linda inquisidora he conseguido, además lo dijo Wilde: la única forma de superar una tentación es cayendo en ella. Sé de qué manera te quieres. ¿Y de forma es eso? No entiendo la pregunta, pero Wilde me fascina. No quiero ser cruel contigo nunca. Digo de que forma es eso... es decir como me quiero, además no lo permitiría. Lo sé. No me vas a explicar mi manera. Estoy pensándola. O me vas a explicar la tuya. Yo por el contrario, no me caigo muy bien. Porque no te has imaginado tu espalda. Te quieres como quien es capaz de valorar la exquisitez de lo único, de todo lo que esconde un empaque colorido que indica “veneno”. Uy. Me encanta que tu sí la hayas imaginado, ¿crees qué es tal y como la has imaginado? Creo que puede ser mejor, mucho mejor, además que no me imagino como huele, a que sabe, y mucho menos si suena igual que una guitarra cuando se toca. Solo tu podrías averiguarlo, porque el mundo esta lleno de sordos y sé porqué te quieres tanto, porque yo te quiero por lo mismo, porqué se necesita saber vivir y para vivir hay que tener los sentido agudos, como tu. Que persuasiva te me antojas. Siempre es un placer absoluto encontrarte. Intentas despedirte nuevamente. Me pregunto ¿qué haces justo ahora?, ¿cómo estas sentado?, ¿qué gesto tienes en la cara?, porque siempre es un misterio saber lo que ella esconde…Yo en cambio te podría ver si quisiera. ¿Si? ¿Qué ves? Quien dijo que quiero, bastante tengo con todo lo que me has dicho. Me voy, no quiero... la verdad, aún así, siento ganas de gritar. Y si te lo pido, ¿pareciera qué no fuera yo? Intentas matarme de un ataque explosivo de…feromonas, porque mi corazón esta a mil.

Si te tuviera en frente lo intentaría con mis manos rodeando tu espalda. Pon tus manos en mi espalda. Me acerco inclinando mi rostro hacia el tuyo y mis manos, algo suave pero con fuerza comienzan a descender hasta tus caderas. Dios (con un gran eco) que alguien tome una foto de nosotros y tu. Una pintura mejor así te tendría más tiempo cerca. No me sueltes, no por esta noche, ¿pintarías mi espalda? La escribiría, las palabras son más ambiciosas. Te escucharía siempre. Aunque de seguro en algún momento nos aburriríamos... descansaría en tus labios... que podrían tener sabor a mandarina, araza o cualquier otra fruta tuya. Grita (mi nombre que en sus labios saben también). Bueno a ¿Fresas? A lo que sabe la mañana junto a alguien que se deshace en mis sabores, al sabor que te haga sonreír. ¿A vos? digo a vos, ese sabor de seguro me haría sonreír. Wow, no puedo decir gran cosa después de todo esto. No lo necesitas. Intento pasar de la primera línea de la que aún no me repongo, porque todavía nado en la simpleza de su encanto y en la sorpresa que me causa la audacia de tu presencia en silencio frente a mi (de nuevo mi nombre), aunque parece que no estas, eras el único realmente presente en la sala. Silencio y humo, mucho humo. Esta claro que me basta con cerrar los ojos y verte, así todo este lleno de humo, y si el humo no me dejara verte, tengo la certeza de sentirte, ten una noche mágica, Hasta pronto... Hasta pronto mujer. Oye. Dímelo. No quites tus manos de mi espalda... al menos, por esta noche. No lo haré... hasta que me pidas lo contrario; te diría que lo quiero en persona. ¿Lo harás? pero eso de seguro vos lo puedes suponer. Sí, porque de seguro yo también lo querría. Esperemos a volver a vernos y miraremos si aún quieres mis manos en tu espalda. Oye. Lo que quieras dilo. Nos veremos, dulces sueños. Claro, no olvides que estamos muy cerca. Jamás. Intentare dormir. Cuéntame si no lo logras… una espalda, dos labios, tres lunares, cuatro extremidades, cinco letras, seis sonrisas, siete vellos, ocho curiosidades, nueve vidas, y de nuevo una espalda esta vez sobre mi panza de tigre. Soy el lunar pélvico de Marla

La mujer del poeta

“Y entonces vuelves a los hoteles-coleópteros,

a los hoteles-araña, a leer poesía junto al acantilado”

Los perros románticos, R. Bolaño.

Fue otra feria del libro en Bogotá, vino México a gozar en esa extraña y casi aberrante fraternidad que como pueblo nos une; porque no es solo el mariachi, ni la fe idólatra en Cantinflas o García Márquez lo que nos hermana con la nación mexicana, es un acumulado de valores y costumbres que cimientan profundamente nuestro carácter como pueblo. Los mexicanos tienen mucho para mostrarnos, desde el aliento vivo de su antepasado azteca, el humor mordaz, esa inmensa industria cultural sostenida por iniciativa estatal, empresas y revoluciones del marketing, la universidad más grande e importante de la América hispanoparlante, y un largo etcétera. En México se configura el principal nodo de las letras de nuestro continente, esto lo entendió la Cámara Colombiana del Libro, organizadora de la reciente 22° Feria del Libro de Bogotá, que trajo una vasta delegación presidida por CONACULTA México (Corporación Nacional para la Cultura y las Artes) y un amplio contingente de ensayistas, novelistas y poetas.

A unos brillantes cerebritos colombianos se les ocurrió crear la red de estudiantes de literatura y afines, que quincenalmente pone a rodar vía correo electrónico el boletín REDNEL, un informativo ágil y de fácil consulta con una síntesis de la actividad cultural del país. La red tiene nodos regionales que depuran la información y componen el grueso del boletín, una respuesta concreta a la cuestión sobre la agencia cultural en el país. En una entrega de julio, un grabado de calaveras al estilo Guadalupe Posada adornaba la invitación a conformar la ‘Red Chida’, un grupo estudiantes universitarios citados como voluntarios para acompañar a los escritores mexicanos invitados. Las llamadas telefónicas fueron y vinieron, hasta que unos días antes de iniciar la feria se reunió todo el grupo de ‘edecanes’, sumaban unos treinta, entre los convocados por la Chida y algunos estudiantes de la Universidad Externado. Nos sorteamos acompañantes y escritores según las disposiciones horarias, breves biografías y una foto al blanco y negro de los literatos. Uno de los grupos venía preparado ya, antes de cualquier discusión ya habían escogido los escritores más codiciados del evento: José Emilio Pacheco, Margo Glantz, Jorge Volpi, etc. Sin embargo se realizó la escogencia y cada uno fue sorprendiéndose con las virtudes de su acompañado a quien pronto conocería.

Según el plan, a cada escritor se le recogía en el aeropuerto y era responsabilidad del equipo de acompañantes hacer que asistieran con puntualidad a los eventos programados por la organización. Pero decía mi abuela que ‘para uno malo hay otro más malo’, los mexicanos son algo más impuntuales que nosotros los colombianos, quizá por eso pueblos hermanos. Acompañé a Marco Antonio Campos, ensayista y poeta, traductor de Mallarmé y Baudelaire, profesor de la UNAM y por encima de todo viajero; de ahí que mi compañía haya sido digamos innecesaria pues el poeta viene todos los años a visitar Colombia, está lleno de amigos que lo llevan y lo traen y bien sabe defenderse en la ciudad. Aún así, seguir pasos de poeta es siempre edificante, por un par de semanas el poema se erige triunfal sobre el mundanal ruido. Brindando compañía a los mexicanos parece viable el oficio literario, se vislumbran senderos posibles que prometen incesantes tareas, una labor común; el caso mexicano y el escenario de la feria del libro aviva la fuerza de quienes elijen las letras como vehículo de expresión y trabajo, por ser un campo prometedor y con mucho potencial en nuestro país, aún cuando no sea un tema predilecto de nuestros dirigentes y el ámbito literario colombiano no esté precisamente en su mejor momento.

Vicente Quiriarte fue otro de los invitados de la delegación, director de la Biblioteca Nacional de México, quien a diferencia de Campos, es dueño de una poesía atrevida tanto pudorosa, arriesgada, con gusto. La figura de Campos hace pensar en el verano de papá Noel, lejos de navidad, sin barba ni rizos canos, eso sí con suficiente experiencia, muchos viajes, meses y meses en viejas ciudades: Arles, Islas griegas, Vancouver; ciudades en las que la poesía oficia como bitácora de viaje, allí deposita pausadamente el registro de las calles y de cómo el invierno pega en una y otra latitud. Quiriarte en cambio es dueño de un tono perspicaz, contundente como los buenos pegadores, y aún cuando sus letras son dignas de elogio, lo mejor de sus poemas es la musa.

Entre los escritores invitados hubo para todos los gustos: hombres, mujeres, académicos, politizados, algunos emocionados con la velocidad de lo virtual o preocupados por la escasez de agua en México, escritores de canciones de rock, hasta un precoz y distinguido escritor de 24 años de edad que atraía todas las miradas. Unos vinieron solos y otros acompañados, así Quiriarte, quien caminaba junto a una hermosa dama que sin sonrojarse ante los coqueteos declamados por su poeta, iba siempre a su lado sonriente y delicada. Las mujeres mayores confunden a veces la belleza con la apariencia de juventud, de ahí cremas y cirugías, pelos monos, párpados-pepino. Mientras el poeta leía sus fantasías, como descolgarse hasta la puerta del lado para espiar en silencio a su vecina imaginaria de quien inventa hermanos, abuelas, fobias y océanos de distancia; yo me dejaba llevar por esa marea y despacio arribaban mis ojos a las perfiladas piernas de la mujer del poeta, en su sonrisa pescaba y me comían las ballenas. Las palabras son el mayor combustible de la belleza, aún si no detenemos miradas en la calle, sin senos como magnolias, en la poesía encontramos la dosis de belleza, la felicidad portátil de esa música que sin conocer, sabemos que sabemos.

Improvisando una escapatoria al tedio, volví mis pasos hacia el vestíbulo del hotel donde el barullo era sofocante, ante mí la llegada incesante de personajes. Volví al arribar al Hotel buscaba con la mirada caras curiosas, un periodista o algo, al advertirme levanté las cejas en un acto reflejo, él pareció agradecerlo con un gesto similar. Quiriarte emprendía hacia el aeropuerto para su viaje de vuelta, se acercó cortésmente para despedirse, con él su mujer, con su mujer el rojo oscuro de unos zapatos. Hasta luego, y dijo mi nombre con seguridad apretándome la mano. Hasta luego Victor! Un placer conocerlo, le respondí. Volvió su mirada para repetir mi nombre con algo de enfado. Mientras se alejaban, su edecán me habló sin dejar de mirarlos: se llamaba Vicente. Pasó una feria más, pasaron los mexicanos, sus libros y sus pandemias; el tequila se fue cuello abajo, las miradas pierna arriba, la poesía junto al acantilado y un ambiente cultural bogotano que a veces duerme, pero también a veces despierta agitado y febril, dejándonos en su estela la resaca y la paciencia para seguir esperando, que aquí siguen sucediendo cosas.

Por: Mario Aguirre

Agosto 2009

martes, 1 de septiembre de 2009

La primera aventura de Compañía

Antuán y sus pesadillas de primavera

Esta es la historia de un niño color naranja y rayas azules en los brazos, estaba hecho de calcetines olvidados en el camino por un viajero sin rumbo, el que lo creó no le puso nombre, por eso se llamo a sí mismo Compañía. Andaba con una bolsa llena de ropa, parecía muy pesada y se veía muy pequeño al lado de ella, iba de un lado para otro, buscando, pero sin decir nunca qué.

Varias veces lo paraban en la calle a preguntarle.

-Oye niño ¿Cómo es tu nombre?

-Mi nombre es Compañía, para que nunca me falte una, yo soy La Compañía. Además soy empresa porque hago mis propias cosas

- Y a que se dedica el muchachón si se puede saber, en qué consiste tu compañía, ¡si se puede saber claro esta!

- Pues lo mío son los sueños señor, le saco ganancia a eso, a darle más color a los sueños.

Y seguía su camino el camarada Compañía sin mirar nunca más atrás, con su bolsa de plástico en la espalda y mirando justo sobre el camino y hacia el horizonte, para no perderse de su bordada. Los cielos se cubrían todos los días a la misma hora, con cada cambio de sol que poblaba esta tierra donde se encontraban tres planetas y cuatro soles. Lagoon, Pierce, y Corsi eran los planetas; Bajtin, Lora, Dina, y Enano eran los soles. Además rodeado de lunas gigantes que merodeaban el planeta todo el día, a grandes velocidades algunas, muy lentamente otras, siempre se le antojo a Compañía como un átomo cuyos electrones parecieran venirse sobre el núcleo todo el tiempo.

Era un pasar del tiempo bastante extraño: el día duraba 53 horas pero cada tres de estos había uno de 14 horas. Las noches entre los días de 53 eran de 67 horas pero se turnaban con eclipses o noches verdaderas, aunque este cambio era indeterminable. Las madrugadas del día corto siempre eran las más frías. A veces, a pesar de ser de hilo, Compañía sentía hasta el tuétano de sus huesos motudos el impávido frio de la madrugada.

La mayoría de su trabajo lo realizaba en las madrugadas, debajo de los camastros de colores pálidos, allí se recostaba por días, esperando el sueño indicado y nadie le movía. Se le encontraba allí acostado, una bolsa plástica y un chico que parece un calcetín, sigue su camino quien lo ve y él se pone a esperar sin problema y de allí puede escabullirse cuando quiera. Sus herramientas nunca son vistas, no se sabe como entra a los sueños ni como sale, que lo guía para salir de los mundos de los otros, yo tengo una teoría, su inocencia es su faro, sus ganas de vivir el material necesario.

Un día caminando por un lugar desconocido para él tropezó con una piedra rodando por una colina hacia abajo, cafetales viejos cubrían toda la colina, hasta que pudo agarrarse de uno, respiraba agitado y su corazón de hilo retumbaba entre su calcetín. De la que se había salvado. Cucarrones verdes y amarillos salían de entre los cafetales rodeando a Compañía. El no sentía miedo pero nunca había visto a unos cucarrones tan coloridos, jugó con ellos largo rato, ese fue el día que lo conocí. Lo observe largo rato escondido tras una nube carmesí con sabor a paleta de agua de las del pueblo, de las de tres de la tarde paseando por la vereda ruinosa llena de piedrecillas pequeñas y sucias, preguntándole a la anciana que si me daba uno de leche. Sacaba el conito de aluminio del refri y lo metía en un platón lleno de agua, moscas y más conitos de aluminio y me pasaba el helado. Era de color blanco pero en mi mano aparecía de un blanco inmaculado brillaba frente a mis ojos, al igual que el platón rojo intenso y el decolorado vestido de doña rosita brillaba, y la hacía ver bella a pesar de su avanzada edad, sus dientes aparecían en mi sueño, y el sol del atardecer se colaba en la ventana como un aroma color morado y borde de nube violeta. Acariciaba las paredes y le infundía un halito de brillo, ahí fue la primera vez que vi su trabajo, entonces recordé que estaba dormido, desperté rápidamente para buscar a aquel pillo que se metía a los sueños de los otros a rayar sus ciudades de múltiple color.

Me acerque sigiloso como leona de cacería, sabía dónde encontrarlo, ya sabía yo como trabajaban estos pilluelos, siempre escondidos debajo de la cama o detrás de la cortina gruesa que nunca cierra bien, me tire de la cama a debajo de la cama de un solo brinco y abrí todos mis seiscientos brazos para no darle salida, pero termine deslizándome por un tobogán de piscina de seiscientos metros de alto resbalando en caída libre circular por el maldito tobogán, aún estaba dormido y sin remedio me engañaba el bribón, pero sus soles eran los mejores, brillaban como si se tratara del mediterráneo, la infinita cantidad de guaduales que se abrían en un campo de miles hectáreas en cuya mitad se halla el tobogán por el que me desculaba, todo verde, y unas pequeñas colinitas chinas que nos rodeaban.

No me molestaba que alguien andará pintando mis sueños pero me daba una gran curiosidad encontrármelo, preguntarle que quería y con qué pintaba sus sueños, y con qué pintaba los míos, como hacía para estar en mi cabeza, porque yo sabía que no lo había inventado que él tenía vida propia, que su delicado furor cubría mis sueños hace días. Entonces le atrape en Roma en plena madrugada en uno de los barrios pobres entre trabajadores griegos, prostitutas orientales, él dormía el largo viaje, yo en mi traje de centurión que escapaba de los pretorianos por haber envenado al emperador me cubría también entre ellos. Te atrapé y te lleve a mi recuerdo más viejo.

Allí no podrías escapar, allí encerrado en el útero materno a segundos de dar a luz, donde ni mi conciencia llega, donde sentí dolor, que algo andaba mal. Entonces veo la cara de una pareja que espera el autobús al lado de una tienda con luz neón color azul, iluminando el andén mojado por la lluvia, y daba una profundidad inusitada a la ojeras del hombre con barba de chivo y bigote escaso que miraba atentamente la calle, su chica metía su cabeza en el hueco que le daba el hombro oliendo su aroma y mordiéndolo, protegiéndose los dientes con la bufanda color negro tejida por ella misma, y allí estaban sus ojos escudriñando una respuesta en las manos que miraba insistentemente, una risilla le rodeaba la boca, era alegría, tal vez sopor, placida muy placida eso sí, y sus sombras se dibujaban al lado de la luz que se derramaba como agua fluorescente sobre el asfalto de la avenida,

…te sentí llegar pero no venir, dije yo en voz alta mientras Compañía se escurría entre la laberíntica ciudad de mi sueños, oscura y maléfica circundada por vándalos marroquíes del siglo XII, expertos comerciantes y guerreros de a caballo, ladrones de mala calaña, asesinos a sueldo y mercenarios norteamericanos, chinos, tailandeses y africanos, callejones de anime y porno, y de desayuno marihuana con perico en el cigarrillo por que es una ciudad seria la que tengo acá joven Compañía, porque te metiste en la cabeza pesadillesca de quien no tiene palabras ciegas ni risas sin aroma ni paisajes sin sabor, solo falta tus colores Compañía por ello debes dejarte atrapa’o, y Compañía escuchaba tras de sí pero el miedo le corroía y no le dejaba ya parar de correr, así que giró en una esquina y en otra y llenaba de colores lo que veía, dejaba su rastro y a veces plantaba falsos, ya casi era de día, entre más rápido se diera la huida, más rápido amanecería. Pero quien lo creería Compañía estaba perdido, y se sentía solo aunque era Compañía.

Entonces en una fría calle de ocho esquinas sin avenidas alguien le pregunto:

-¿A qué te dedicas compañero?

- Pues lo mío son los sueños señor, le saco ganancia a eso, a darle más color a los sueños.

- Pues lo mío son los sueño’ seño’, blu blu blu, pamplinas, déjate de babosadas, y ¿tienes nombre compañero?

- Sí señor, mi nombre es Compañía, para que nunca me falte una, yo soy La Compañía. Además soy empresa porque hago mis propias cosas.

Disponía a irse entonces Compañía cuando el hombre le detuvo y le amarro. El valiente Compañía propinó un fuerte golpe al sujeto en todo su rostro con su bolsa plástica pero el individuo apenas se movió. Sintió que algo le envolvía y después a duras penas podía moverse, de un momento a otro sintió elevarse en la callejuela y después cruzar los cielos e ir a otro planeta. El aterrizaje fue pésimo y después fue lanzado por un amplio pasillo donde resbalo hasta golpear con un escalón. Al salir del costal se encontró frente a un trono donde posaba un niño que se reía, la habitación se empezaba a llenar de color y luminosos cucarrones y libélulas sobrevolaban la habitación llenándola de algarabía. Compañía ya tenía sueño y se encontraba de nuevo perdido, no tuvo más remedio que dejar de respirar.

Entonces los colores de todo el sueño se hicieron fantasía y todo se ponía pálido y negro, el sueño se tornaba oscuro y lento Antuán se sentía atrapado por una gran almohada negra que no le permita respirar y el vértigo le llenaba la boca del estomago. Un golpe le despertó de improviso y se dio cuenta que su hermano había caído del camarote directo sobre sus piernas, se despertó con un poco de mal genio entonces se levanto y abrió las cortinas de par en par, recordó su visitante de la noche anterior, largo día le esperaba, miró debajo de la cama y encontró la media naranja que le hacía falta, se la puso, fue a prepara’ algo de café a la cocina del piso 233.