jueves, 15 de mayo de 2008

Paradoja

La hora de la entrega aún no llegaba. En las inmediaciones de la carrilera se veían aún las últimas almas de trabajadores que a esa hora de la noche buscaban transporte a casa. Varios perros callejeros pasaba la avenida, buscando a un celador que se veía por las calles aledañas que todas las noches no tan tarde les regalaba algo de pan para mitigar el hambre. Le habían dicho que a la medianoche, apenas eran las diez y media.
Le tocaba esperar. Se puso un gorro en su cabeza redonda, amontonada hacia atrás. Soplo entre la manos y puso un cigarro en la boca. Fumaba enérgicamente y movía las piernas de un lado para otro.
Un carro se acerco por la esquina de la tienda a dos cuadras. Tenia las luces apagadas y parecía ser rojo. El poste dañado aparecía y desaparecía el carro cuando le placía, no se podía ver ninguno de sus ocupantes.
No era el carro que le habían descrito. Espera. Se detiene a su lado.
Toca la pistola en el bolsillo de atrás de su pantalón. Algo raro sucede. El carro esta oscuro en su interior se ven dos personas... tres acaba de ver un pie pasando rápidamente en el puesto de atrás. De nuevo lo ve pasar y siente miedo. Da unos pasos atrás y se dispone a correr. Se abre la ventana y se asoma un viejo sin un incisivo inferior y pregunta: "¿sabe usted donde queda la Fundación Cardio Infantil?" levanta la mano apuntando la dirección hacia donde se dirigía el carro. "tiene que seguir cuatro calles más bordeando la carrilera y voltea a la izquierda, tres o cuatro cuadras más en esa dirección y se encuentra con la clínica".
El viejo agradeció y dio las indicaciones al conductor que giro rápidamente. El hombre acomodo de nuevo su gorro, soplo sus manos para calentarlas, y cuadrando el revolver en la chaqueta noto que el tambor no sonaba. Tuvo que devolverse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusta mas el tuyo pipe.