jueves, 5 de enero de 2012

breves iiii

Y accidentalmente deje caer la mano hacia el final de tu espalda, asegurándome de que cada una de las yemas de mis dedos sintiera la textura y las formas de tu piel por dentro del escote que advertía el frio de tu espalda desnuda y tus pezones erguidos a causa no solamente de la leve brisa, que por esa época era tan característica de la casa campestre de Julián, golpeando los cultivos al punto de quemarlos en cada helada madrugada, sino también por las miradas que te reparaban con recato, proponiéndote cubrirte o terminándote de desvestir invitándolos al festín; pero que vos con tu aquiescencia por la moda asumías sin reparo, con cierto gusto provocativo incitabas a los modos onanistas donde la imaginación y el recuerdo es lo que vale, dejando todo a la potestad de la ipsación, de las formas y las postura.

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