lunes, 19 de noviembre de 2007

AUN NO TIENE TITULO, PERO ES LA PRIMERA PARTE

Aun recuerda el día en que decidió robar para sobrevivir, aquel 25 de diciembre cuando asesinó, tan solo por hambre. El mundo lo había arrojado hasta el extremo. Con el dinero del botín compró un traje nuevo, un corte de cabello nuevo, en fin, una nueva identidad para romperle la cara a la pobreza.

Al verse en el espejo oscuro de sus días decidió vivir del amor, recorrió cada esquina buscándolo desesperadamente, cada bar., cada mujer, pero nada.

Tomaba lo que necesitaba del amor de otros cuerpos, de otros corazones, de tal manera que a sus 29 años sentía que tan solo había logrado que otros vivieran del amor que el despertaba. Así parecía que iba terminar su vida hasta aquella noche….

Oculto bajo la gris cortina de humo que arrojaban sus labios en cada bocanada, buscaba la próxima mujer, el próximo amor, creía que ésta era la última oportunidad, de repente en la mesa de en frente, se encontraba la más estructural figura, la más perfecta belleza viviente, humeante, que jamás hubiera visto. Resulta curioso pero aquella noche sintió temor, miedo, un miedo parecido al que sintió cuando mató a aquel desafortunado, no era capaz de sostenerle la mirada, de repente aquellos ojos se empezaron a encontrar bajo el humo del cigarrillo que ambos expelían.

Hizo de tripas, páncreas, intestino, cerebro, un corazón para tan solo ponerse en píe acercarse a ella y si tenía suerte sentarse a su lado.
-hola….

Martillo, yunque y estribo estuvieron al borde del colapso, esa era la voz que quería escuchar en el lecho de muerte. Tenía las palabras, la actitud, pero algo inexplicable le ocurría: no podía pronunciar palabra alguna.

-hhooolaa…….

Sentía que era el hombre más afortunado de lo que conocemos como planeta tierra, porque aquella belleza exagerada de rostro perfecto y pechos deseables estaba con él sentada a su lado y preguntándole:

-¿te gusta el calor?

- En este instante no podría tener más calor, ni siquiera las llamas del infierno alcanzarían a quemarme tan solo un poco.

Por primera vez en toda la noche dejó ver por entre las esquinas de sus labios una sonrisa que pronosticaba la mejor de las suertes para nuestro amigo.

Ella, con la capacidad absorbente que suelen tener las mujeres atractivas empezó a enamorarlo con palabras simples, llenas de contradicciones, pero él hace tiempo que estaba enamorado de ella tan solo que no lo sabía, simplemente porque no la conocía.
Entre sonrisas, los cuerpos de ambos se encontraban cada vez más cerca, cosa que no le incomodaba a ella para nada.

Dejaron de hablar, todos los temas conocidos habían sido agotados, así que ella pidió la cuenta, y él en un acto consumado de estupidez le suplicó que le permitiera su compañía, a lo cual ella con un tono desesperanzado contesto:

-¿hasta donde quieres acompañarme?

-hasta el infierno si es preciso

-¿seguro?

-completamente

-está bien, vamos…

Lo llevó a caminar a las afueras de la ciudad, atravesaron las calles grises y los callejones oscuros, y él sin darse cuenta se encontraba parado en aquella esquina en donde decidió cometer su primer crimen. En aquella esquina ella lo tomó por la nuca, acercando su cabeza a la suya y de un momento a otro, sin más ni más, lo besó.

Aquel beso era como tomar una nube entre los dedos llevarla a la boca y probarla, así que el cerró sus ojos y tan solo celebró en silencio, el fin de su búsqueda interminable del amor, ella lo abrazó fuertemente, él correspondió, y juntos se fueron sumergiendo en el asfalto roto de la esquina. Al cabo de unos pocos minutos él empezó a sentir un calor interminable, insoportable, abrió los ojos pero no consiguió ver nada, tan solo sintió aquellos labios rojos en su oído susurrando: “lo siento, pero tenía que hacerlo”.

La culpa le recorría los huesos, así era cada vez que le entregaba un hombre al diablo, tan solo me faltan 2, pensó, y mi padre será nuevamente libre.

A lo lejos se escuchaban los acordes cansados de de Don Vidal Sorsa, quien había sido condenado a interpretar sin pausa todas las canciones conocidas por la conciencia humana.

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