sábado, 22 de diciembre de 2007

Margenes

Quien podría referir algo que solo piensa y recuerda, sin poder escribirlo de una manera creíble que represente algo “universal” que todos recordemos y pensemos como un sonido loco que trae a tu memoria recuerdos de olores y sensaciones, la piel de aquel.. de ella, de emoción frenética y sin sentido.

Pero vivo en el edificio Apolo, en la mesura, en el ensueño. Observo a través de mi ventana que hay después de ella, el cielo, y la urbe desvanecida por el sol intenso que cae sobre las fachadas y techos de los edificios mostrando su irrealidad. Lo demuestra, el sudor del pavimento que impide ver en lontananza, sudor confuso y blando por donde corren los autos, sin saber que son falsos... pero no se me permite revelar esto.

Tengo que alejarme de esta ventana, mejor voy a la cocina o al cuarto, ¡no!, mejor voy a refugiarme en la biblioteca a mirar la realidad... la otra.
Es un doceavo piso en donde vivo en la falda de unos cerros de un país virtual, en la capital del olvido; el culpable es el viento que se lleva las hojas de papel, los edificios, el tiempo, la tierra, la vida, todo lo querido por cualquiera, maldita ciudad de vientos y ventarrones, que se lleva consigo tejados de casas, te despeina, y se lleva tu conciencia; él es el borrador, es el culpable y encargado de borrar la natura, maldito elemento.

No importa a fin de cuentas esto, si continuo divagando se acaba la trama, mi dueño y creador quedaría descontento ¿no es cierto?, en fin estoy hablando solo. Este es mi apartamento 69 m2 de cocina, dos cuartos, una sala-comedor, y paredes con copias de magrit, con muebles heredados, ollas nuevas y libros por doquier; pero este es el Apolo donde todo es realidad, ensueño y mesura.

Bueno, que más les puedo decir, las paredes son blancas... ¡ah!, mejor dicho imaginen que puede haber en 69 m2 de construcción; faltó algo en mi anterior descripción, los baños: uno se encuentra en el cuarto principal, el otro en el pasillo que conduce a las habitaciones desde la sala, pasando por el comedor queda la puerta de entrada justo enfrente del inicio del pasillo.

Ahora me estoy dirigiendo al baño, no voy a revelar por cual razón voy hacia allá; ni siquiera mi dueño y creador lo sabe. Voy de espaldas a la ventana cruzando la sala y entrando al pasillo que lleva a los cuartos, abro la puerta que se encuentra en la mitad del corredor, es un baño pequeño, yo diría que normal como cualquier otro, con una ducha que cubro con una cortina corrediza de plástico, un inodoro como todos, un lavabo de mediana altura y un gabinete de aquellos que tienen un espejo incrustado en la puertecilla; procedí a abrir esta ultima observando lo que se encontraba en su interior: varios envases con pastillas, una barbera de las antiguas que se emplean con hojas de minora y un tarro de espuma de afeitar.

Creo que el creador ya sabe lo que voy a hacer, pero sus letras no lo van a impedir ¡todo es una vil ilusión la ventana, la ciudad, el edificio, el ensueño, la creación!

Tomó la cuchilla con la mano derecha y la resbaló suavemente sobre su muñeca izquierda, dejando ver su liquido vital que oxidado aparentaba un color rojo oscuro; Sonreía al ver la muerte acercarse, salió corriendo regando y salpicando su sangre por el piso y paredes blancas acercándose a la puerta de salida tratando de llegar a ella, toco la chapa, la giro y la abrió rápidamente encontrándose con una pared blanca con rayas; y, mientras intentaba pasar las márgenes del cuaderno, todo se rayaba.

Y mientras intentaba traspasarla todo se rayaba

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