sábado, 22 de diciembre de 2007

PERSECUCIÓN


Los platanales se le venían encima, lo golpeaban y le impedían huir rápidamente. Trataba de hacer sus zancadas sigilosas para que no supieran que tan cerca estaban, miraba cuidadosamente donde pisaba para no quebrar ramas o remover chamizo, se sabía valiente por eso tenia la oportunidad de pensar en tal presión, sino fuera así lo habrían cogido hace rato. No era la primera vez que corría por allí en estas condiciones.
La otra vez lo persiguieron hasta el río, por la orilla se metió en una cueva de babillas, prefería morir sin cabeza que de exceso de plomo en la sangre, no lo encontraron y desapareció por dos semanas cuando volvió al pueblo ya había pasado la calentura.
Las pisadas se escuchaban cada vez mas cerca no entendía por que no le habían perdido el rumbo aún, debían llevar un sapo con ellos que conociera tanto como él aquellos andares. Sintió miedo, lo invadía por todo el cuerpo como un palpitar que le iba subiendo hasta los ojos, las venas de sus párpados se expandían y contraían con un calor que lo cegaba. Sus pasos se volvían torpes y lentos hasta que trastabilló y cayó en una zanja sin poder moverse. Se quedo quieto no se movía, para que, lo encontrarían.

Murmuraba rezos, Lagrimeaba, sentía leves espasmos en el estomago que subsanaba moviendo las manos en la tierra, los pasos se acercaban con sus botas negras, que cargaban hombres de patria disfrazados de verde. Ya sabia que iban a ser cuando lo encontraran, no esperaba misericordia, ya su paciencia había acabado y el calabozo ya no lo aceptaría. Lo torturarían hasta el amanecer y el ocaso de su vida llegaría con él; tendría suerte si encontraran hinchado su cadáver en un potrero, o en la margen del río, putrefacto y partido a golpes. Tal vez no sucedería así, sólo desaparecería debajo de tierra negra, incógnito. Pensaba esto mientras lo levantaban de sopetón poniéndolo de nuevo en el piso boca abajo.

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