Cuando lo entierren quiere que lo cremen; que con su cuerpo incinerado, convertido en un montoncito de pequeño polvo azul, dejen que los gamines, habitantes de la calle y uno que otro excéntrico callejero, se llenen sus bolsillos de ceniza sabor a alcohol y tinto. Eso sí, manda a decir que guarden cuando menos una parte para la caja de arena de algún gato, que prefiere vivir tapando mierda.
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