sábado, 14 de julio de 2007

Un Intento

Hoy amanecí ensopado en tristeza. El día. Me levanto. Aspiro el pesado aire que huele un poco a soledad, a tinto, a niña tengo un par de ojeras grandes por no haber dormido bien, a que esta mierda se me escapa entre mis manos rotas y no me alegra. Volteo y prendo un cigarrillo y lo aspiro y siento como mi sangre alucina. Vuelvo a envenenarme el día. Pienso. Hoy es un día perfecto para vestirme con la tristeza de la noche. Me siento y percibo como el aire disemina tu recuerdo en esta pieza. Sudo. Cerca de un zapato viejo esta la botella y comienza a gritarme: oye güevon levántame, tómame entre las piernas y deja que tu saliva se aclare en mi cuerpo. Mis ojos se dislocan. Parpadeo y mientras tanto: oye güevon levántame, tómame entre las piernas, deja que tu saliva se aclare en mi cuerpo y piérdete en la oscuridad de mi culo. Quieto. Aspiro el cigarrillo por última vez y veo como se consume el día impávido en mis manos. La ceniza apenas se esparce. Abro los ojos, paso al baño y me ensució con la limpieza de la mañana. Ya no transpiro a whiskey, a cigarrillo, a mierda niña tengo un par de ojeras grandes por no haber dormido bien. Solo transpiro a lunes, comienzo de semana. Borrón y cuenta nueva. Salgo de la habitación y escucho adormecido como gime un gato en el tejado. Lo miró y corre incendiado, se ve feliz y me observa gritando: ven viejo, bótate en este techo que nuestros días comienzan con el amanecer de la luna y el rocío del vodka en nuestros dedos. Claro gato, le contesto y me tiendo al lado de él dejándome perder en la luz del sol que comienza a incendiarme igual. Son más de las doce y me siento solo y triste y roto, como si por un agujero se me escapara la sangre con moscas que atisban al asfalto. Las cinco. Me mira el gato. Me desespero y le digo: ahora nos vemos. Voy a dar una vuelta por la avenida que rodea el parque de los difuntos. Salgo y todo es cotidianidad.

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